Nos abandonamos a una noche más de compañía, ella es mi cita y somos solo nosotros bajo el velo de la oscuridad y sus misterios, pero esta no es una noche más, esta noche es especial.
Siempre es agradable estar a su alrededor, siempre estoy sonriendo cuando estoy a su lado, no mentía cuando decía que tenía la habilidad de hacerme reír cuando quisiera, la verdad es que cada vez me siento más cerca a ella, casi como si la envolviera, no solo con mi cuerpo pero con mi ser… y me aterra, pero es ese temor lo que me hace darme cuenta lo que significa para mi. Le quiero.
Esta noche es especial y lo supe desde el momento que la invité a salir, lo supe en el momento que la vi y lo supe en el momento que nos sentamos el uno al lado del otro. La mente puede ser engañada, pero los sentimientos tienen esa gran habilidad de sobrepasar lo que el raciocinio decide ¿y no es esa la señal de que algo merece la pena?
Escogiste el lugar sin respaldo entre los dos, tu brazo tocaba el mío y nuestros cuerpos estaban tan cerca que se comunicaban, podía sentirlo, lo sentía en cada respiro que pasaba llegaba a mis pulmones, en cada movimiento de tu cuerpo, en la forma en que mi cuerpo se mantenía a la expectativa de como el tuyo alteraba el ambiente que nos rodeaba solo para adaptarse de la misma manera.
Podía sentirlo en cada célula de mi cuerpo y en cada latido de mi corazón, todo en mi gritaba una sola cosa abrázala.
Era como si mi mente se hubiera rendido a toda las barreras lógicas que había erigido ante mis sentimientos y mis acciones, porque en el fondo, sabía que mi mente estaba en orden, sabía que no había nada que reparar, ningún hueco que llenar, mi mente era un asunto que yo había sanado tiempo atrás y no necesitaba de nadie para mantenerla así. Fue como si una parte de mi supiera todo esto y se rindiera ante un solo aspecto de mi ser: el sentir.
Cuan fácil olvidamos ese acto, tan natural y fundamental de los seres humanos, lapidándolo como lozas de dudas y falsos argumentos de lógica que nos protegen de lo que no conocemos.
Y ahí estaba yo, junto a ti en la oscuridad de una sala de cine, tan cerca y a la vez tan lejos. Sabía lo que quería y sabía lo que tenía que hacer y sin embargo una parte de mi mente se abrió paso hasta mi consciente para cuestionarme una vez más si estaba dispuesto a aceptar las consecuencias del actuar. La bloqueé, bastaba de pensar, me merecía sentir y así lo hice, me entregué al sentimiento.
Y sentía tu respirar y sentía tu temperatura, tus movimientos y el latir de tu corazón, y sentía cada fibra de mi cuerpo queriendo sostenerte, más de siete años hacía que no me encontraba en esta situación y disfruté cada momento, cada instante de duda y cada instante de certeza, el nerviosismo y la incertidumbre.
Jamás sería el momento adecuado, así que elegí el mío. Pasé mi brazo sobre tus hombres y te acerqué a mi. Tu me aceptaste y mi cuerpo estalló en complacencia. Estaba en paz conmigo mismo, estaba en paz con todo, estaba feliz.
La película avanzaba y al ver el reloj me di cuenta que marcaba las 12:04 del 9 de agosto.
Sonreí y cerré un instante los ojos, sentí tu cuerpo cerca al mío y te apreté un poco más, que dicha iniciar el día de mi cumpleaños contigo entre mis brazos.
Para mi, esto se siente cumplir 23.
