La chica no estaba ahí, la hora era la acordada y él aún no tenía vista de la silueta que su mente ya empezaba a difuminar, su nerviosismo aumentaba pero se obligó a calmar el sentimiento, no todas las personas toman la puntualidad con la misma importancia que el lo hace y había tenido que lidiar con eso durante gran parte de su vida, así decidió que era lo mejor tolerar minutos de retraso. Pero ella aún no estaba ahí y su mentalidad positivista lo empujó a pensar primero en las razones lógicas que explicarían su retraso, tal vez algo había surgido, no, definitivamente algo había sucedido, ella prometió estar ahí y él no concebía razón por la cual la palabra de ella valdría menos que la suya. Resolvió entonces, marcar su número de celular, si algo había sucedido era mejor enterarse pronto y actuar. El tono sonó y nadie contestó, se preocupó y esperó, tal vez realmente no podía contestar, segundos después recibió un mensaje, ella pedía disculpas por no estar ahí y aseguraba que algo había sucedido, un problema con alguna amiga suya, pero prometió pronto estar ahí.
Él esperó.
Intentaba imaginar como sería verla y repasar en su mente que sería lo que dirían, cual era la mejor forma de pasar una buena tarde, mientras sus pensamientos se desviaban hacia el momento en que ella volvió a sentarse a su lado, aquella noche en el teatro.
Él se armó de valor y empezó la conversación, la primera pregunta era crucial, estaba sola cuando el llegó pero eso no significaba que ella hubiera venido sola.
—¿Vienes a ver a alguien?— preguntó él, con el tono adecuado.
—No, no conozco a nadie. ¿Tú sí?— replicó con suavidad.
—Tampoco, vengo porque me gusta la Orquesta— contestó el, mientras sonreía.
Ella parecía complacida, como él, y juntos quedaron atrapados por las melodías que la exponente interpretó. Un comentario de esto, una respuesta de aquello y la noche se volvió un manto de sonidos que envolvió su conversación. Él chico pensó que esta noche ya era bastante buena cuando las primeras notas de One Winged Angel comenzaron a recorrer su oído. Qué impresionante y qué emocionante era para él chico, estar escuchando la orquesta tocar una canción que él amaba junto a una persona hermosa que disfrutaba el momento con el mismo ímpetu que él. Era la canción final y a medida que las luces se encendían y la orquesta se despedía, el momento de la partida se hacía real. Ella comentaba que fue un buen concierto, él expresó que la última canción era lo que esperaba y así siguieron platicando hasta llegar al vestíbulo del recinto. De pronto y casi al mismo tiempo ambos parecieron darse cuenta que ninguno de los dos conocían el nombre de la persona con la que habían compartido el concierto esa noche. Él preguntó el de ella, ella preguntó el de él. Dos nombres cortos, ninguno bastante común, eso pareció agradarles. Ella tenía que irse y él también, a ella le dio gusto su compañía y sonrió, él olvidó todo por un instante y de no haberse recuperado no habría preguntado su número ni decirle que el también disfrutó de compartir esta noche con ella y proponer una charla más prolongada. Ella decidió que era una buena idea y al darle su número se despidió con un beso en la mejilla. Él la miró desaparecer, mientras procesaba la noche que acababa de tener.
Como por obra de algún sentido involuntario, su mente lo expulsó de su memoria en el momento justo en el que ella se asomaba por la puerta.
Ella lo miró y le sonrió. Jamás olvidaría esa vista ni ese momento.
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