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«Idris»「1/2」

Sentado en el asiento de copiloto de su auto veía el sol elevarse, iluminando la ciudad, elevó su vista al cielo y al contemplar cuan hermoso era, reconoció su momento en el universo y cayó en cuenta de donde estaba y lo que estaba por llegar, estaba ahí por ella. Estaba ahí por Idris.

Esa fue la primera vez que se preguntó ¿qué estoy haciendo?, las cosas habían sonado muy bien cuando le propuso salir ante la perspectiva de que aun faltaba una semana para la fecha, todo había transcurrido con naturalidad y él no había pensado demasiado en su cita… hasta este momento, ante la inmediatez de verla atravesar el recinto y traer el caos a su cuerpo y su mente. El chico luchó ante semejante torrente de ideas que solo causarían pánico y nerviosismo, no necesitaba eso. Se concentró entonces en contestar una simple pregunta ¿Qué me trajo aquí?

Cerró sus ojos y al instante pudo respirar el viento húmedo y salado del puerto, sentir la arena que se había quedado en sus pies… y viajó a otro momento.

Gritos, forcejeos, amigos gritando y el ambiente inminente de una pelea, el instinto inmediato de protección y ahí estaba él, poniéndose en frente de dos chicas y diciéndoles que se apartaran. No seas ridículo decía su voz interna, pero el alcohol que corría por sus venas no le permitió escucharla. Solo la de ella, solo esa frecuencia de vibraciones nuevas, diferentes, solo la voz de ella logró que se volteara… y ahí estaba, sin nerviosismo y sin miedo alguno y él no dejó de mirar sus ojos.

Un momento. Una vida. Un comentario casual. Una sonrisa. Una oportunidad.

Ella tenía una amiga y él era el amigo de alguien y todo encajó perfectamente. El chico empezó la conversación con ella como si fuera lo más natural, como si hablar con ella fuera algo para lo que nació y para su sorpresa, ella era igual de responsiva ante todo lo que él decía, así comenzó la noche en la que se conocieron.

El tiempo transcurría y el chico y sus amigos se divertían, la playa, la noche, el mundo, todo era suyo para tomarlo, pero él solo la escuchaba a ella, fascinado ante la eventualidad de haberse topado con semejante persona y juntos hablaban sin silencios incómodos, sin comentarios erróneos.

Entre más sabía de ella, más le fascinaba, en ese momento no lo supo, no lograba identificar qué era lo que le atraía tanto, definitivamente era bonita, definitivamente tenía una personalidad envolvente, definitivamente le gustaba su mentalidad y su forma de expresarse, pero era lo indefinido lo que lo hacía querer estar esa noche con ella, es lo desconocido lo que nos fascina. Tiempo después la lucidez del por qué llegaría a él.

Pero en ese momento lo golpeó el hecho de que ella no sabía su nombre, en ese instante se volteó hacia ella y se presentó con una sonrisa.

-Mi nombre es Idris- dijo ella, al tiempo que le tendía su mano y lo atrapaba con su sonrisa

Idris, voy a ir a mojar mis pies en el mar ¿quieres acompañarme?-

-Claro- Su sonrisa de nuevo.

El llegó primero, ella lo alcanzó y juntos contemplaron la obscuridad y la belleza de lo desconocido, el sonido de las olas y millones de misterios ocultándose debajo de aquel manto líquido que apenas podían ver, ella le contó sobre su miedo al mar y él la escuchó con fascinación, estuvieron ahí por un tiempo, un segundo o una vida.

Una hora. Dos horas. La música se apagó. Todos tomaron caminos diferentes. Idris dijo que era buena idea volver a su hotel y eso hicieron. Al llegar escucharon una banda en algún lugar de la playa y decidieron que era buena idea ir donde estaba la música, ella quería bailar y él no se sentía tan seguro de saber bien como hacerlo, pero si no lo intentaba se arrepentiría toda su vida, con un movimiento de su mano la invitó y ella aceptó, al instante supo que había hecho lo correcto, sus pies se movían por si mismos, la arena pesaba pero eso no importaba, importaba ella, su cuerpo y su esencia, ajustado al de él por sus propios brazos. Una canción. Dos canciones. Mil canciones.

Para el momento en que dejaron de bailar, el cielo ya empezaba a esclarecer y el alcohol empezaba a pasar su factura, estaban exhaustos. Idris y su amiga querían dormir un poco antes de su viaje de regreso. El chico sabía que era el momento, la apuesta final de una velada maravillosa, tenía que hacer el movimiento y esperar lo mejor, arriesgarlo todo… pero no lo hizo.

De alguna manera supo que esa no era la forma de ganar, fue algo en ella y fue algo en él. Había algo especial y el chico odia dejar ir lo especial. Eso no podía ser algo de una noche. En vez de arriesgar todo, sacó su celular y se tomaron fotos, pidió su número y ella se lo dio. Fue así como hizo una apuesta diferente. La dejó ir.

Estaba seguro que Roga y los demás preguntarían todo sobre ella, si se acostaron o no, quizás considerarían un fracaso que no lo hubiera hecho, pero él no. Él había ganado, de una manera que ellos no podían comprender y él no tenía que explicar.

Antes de dormir miró a través del cristal de la ventana el sol elevarse, contempló el cielo y al abrir sus ojos, un sonido electrificó cada nervio de su cuerpo.

Hola Leo-

Y en ese momento contestó su propia pregunta: Ese sonido me trajo hasta aquí.

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