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El primer sueño en que la besó

El pasillo era amplio y la bóveda enorme, ambos tenían que partir en direcciones opuestas, ninguno lo quería pero era inevitable, inevitable como dejar de verla, como dejar de sonreír al estar junto a ella, inevitable como detenerse ahora que estaba tan cerca, ella sonrió, sabía lo que pasaba y tampoco se detuvo. “Magníficos labios” pensó el chico. Mientras ella volteaba sobre su hombro para dedicarle una última sonrisa, el mundo se materializó a su alrededor.

Lo supo al instante y dolió, el golpe de la realidad, pero sonrió y se permitió disfrutar de ese pequeño instante antes de despertar completamente, ese pequeño instante antes de que el consciente domine por completo el subconsciente y lo haga desaparecer, justo como el sol hace con la luna, ese pequeño instante donde ambas facetas de la mente conviven en armonía y en ese instante revivió todo de nuevo, esta vez conectando las imágenes que su mente puso en sus sueños con lo que había vivido el día anterior…

La invitación llegó de manera inesperada y en disfrazada, ella le había pedido una calculadora –¿Por qué me pide una calculadora a mi? Ni siquiera es tan fácil que nos veamos…-, se dio cuenta entonces de la excusa y tomó ventaja de ella –Está bien, te la presto pero si te voy a ver, aprovechemos para ir a tomar algo-, ella aceptó por supuesto. Había una chocolatería cerca de donde se verían y eligieron el lugar, ella nunca había entrado y le encantó la idea, escogieron un asiento mullido y él se sentó junto a ella. Pasaron la tarde platicando sobre sus vidas, sobre sus amigos, sobre ellos y sobre las cosas que pasaban y habían pasado en sus vidas. Cada palabra, cada anécdota, cada tema era una nueva forma de conocerla de saber más de ella y cada segundo que pasaba él hacía su mayor esfuerzo por absorber todo, de ver los pequeños detalles, las cosas que importaban.

Qué difícil es concentrarme cuando es su voz la que mis oídos oyen, qué difícil es concentrarme cuando es su boca la que sonríe… ¿a qué sabrán sus labios?

Al chico le parecía fascinante la manera en la que ella parecía irradiar un resplandor inusual cuando le hablaba, sabia que eran las endorfinas en su cuerpo jugando con él, pero no le importaba, pretendía disfrutar cada momento junto a ella.

Y así pasaron las horas y el sol se ponía en el horizonte, la conversación se extendía, se enriquecía y los dos reían, el tiempo era lo último que importaba, pero al final fue lo único que los detuvo, ella tenía que partir y él no podía detenerla, la acompaño a tomar el bus que la llevaría hasta su ciudad, saber que vivía en la ciudad vecina siempre le causaba conflicto –¿Por qué no podía vivir aquí?– pensaba él. Con todo, ambos habían pasado una excelente tarde y ante el cielo rojo se despidieron, él chico apenas tuvo tiempo de notar que no le había dado la calculadora. Sonrió ante ese detalle y mientras ella se iba su mente divagaba en las pequeñas sutilezas.

Ella había olvidado por completo la razón que los había llevado hasta esa bonita tarde, ella había hablado de sus amigos diciendo “cuando los conozcas”, ella había estado tan cerca de él y él no había podido dejar de fascinarse por ella.

La tarde murió, la noche cobró vida y eventualmente el durmió, fue entonces cuando el sueño vino a él…

Un mirador. El mar. La chica y su sonrisa. Una fábrica y una nube de misterios e incongruencias que solo tienen sentido cuando uno está soñando, ambos sonreían y ambos corrían tomados de la mano, ella lo impulsaba hacia adelante y luego él hacía lo mismo por ella, juntos recorrían una serie de instalaciones no enteramente abandonada y en el sueño, todo esto tenía sentido, pero el ambiente y el entorno era lo que menos importaba, lo que importaba era el vínculo, estaban juntos. En algún momento el vio un fantasma de su pasado, lo reconoció y le sonrió, mientras lo borraba de su mente. Juntos se habían divertido mucho, la mente consciente del chico no alcanzaba a comprender qué era tan divertido, qué era lo que los tenía tan felices, quizás era simplemente estar juntos corriendo por la vida… y de pronto la idea brotó en sus mentes, sin palabras, como nace el conocimiento en los sueños, sabían que era la hora de partir, estaban en el medio de una cámara gigante, de color verde óxido ¿qué tiene que ver el verde? No importaba. Había una serie de mesas a su alrededor, dos a cada lado, paralelas formando un pasillo, como en un comedor.

El pasillo era amplio y la bóveda enorme, ambos tenían que partir en direcciones opuestas, ninguno lo quería pero era inevitable, inevitable como dejar de verla, como dejar de sonreír al estar junto a ella, inevitable como detenerse ahora que estaba tan cerca, ella sonrió, sabía lo que pasaba y tampoco se detuvo, su corazón latía como loco y de alguna manera supo que estaba respondiendo al sonido que hacía el de ella, su respiración se detuvo y sus labios se conocieron por primera vez.

Un beso no demasiado corto, no demasiado largo, un beso cálido y gentil, un beso que satisfacía un anhelo de ambos. Un beso nuevo.

-Magníficos labios- pensó el chico. Al tiempo que se separaban y recuperaban el aliento que se habían robado mutuamente, ella se sentía igual que él, podía verlo en sus ojos, aun así tenía que separarse de él una vez más.

Y mientras ella volteaba sobre su hombro para dedicarle una última sonrisa, el mundo se materializó a su alrededor. Acostado en su cama el chico maldijo su mente y le sonrió al mismo tiempo.

 

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