Una noche de desvelo me regaló una batalla por levantarme el sábado por la mañana, mil excusas me pasaron por la mente, mil formas diferentes de no ir, pero una bastó para llevar mi cuerpo de la cama a la regadera.
Finalmente lo logré y estaba a la puerta de la Iglesia donde se llevaría a cabo el retiro, en parte porque quería experimentar algo nuevo, en parte porque pensé era una buena oportunidad para mejorar mi habilidad para interactuar con las personas, en parte porque algo me había llamado. Tienen que saber y debo de confesar que en definitiva tener un encuentro con Dios no era ni cerca, la principal de mis prioridades al ir, fue por eso que lo primero que me llamó la atención cuando llegué fueron las dos chicas que estaban en la entrada, bonitas ambas, ya habría tiempo. Me registré y tristemente me hallé a mi mismo recargado en una pared, solo y sin hablar con nadie, no conocía a nadie, obviamente, pero… ¿no había trabajado ya en no hacer esto? Deseché el pensamiento de mi mente.
No creo necesario detallar las actividades que en el retiro se realizaron, básicamente son las cosas que se hacen en los retiros espirituales, discúlpenme si jamás han asistido a uno, ya los conocía de la época cuando estaba en el colegio católico, hace 9 años. Pienso relatar sin embargo, las cosas importantes. Enfoquémosnos en las chicas.
Todos teníamos gafetes, así que conocía su nombre, Delilah, ojos oscuros detrás de anteojos, profundos. Cabello negro, lacio en una trenza. Piel blanca, poblada con lunares, no muchos, los necesarios para acentuar sus limpias facciones. Seria, pero sonriente. A su lado su compañera, Elena, piel clara, labios rosados, pómulos redondos que acompañaban su fácil sonrisa. Para mi infortunio nos dividieron en equipos y como era de esperarse, yo no estaba con ellas. Yo obligaba a mis ojos a no quedarse postrados en Delilah, me era una persona muy agradable de ver, no solo porque era bonita si no por la forma en que se comportaba, tranquila y delicada, en cierta forma homóloga a mi, algo en ella me decía que teníamos algo en común, lo descubriría más tarde.
Bajo ningún concepto trato de restarle importancia al hecho de que estaba en el retiro y había ido por el retiro, simplemente trato de expresar como mi mente procesa diferentes cosas al mismo tiempo, pues a medida que el retiro avanzaba yo me iba llenando más de ese ambiente que se respiraba, tranquilo y de buena voluntad, impregnándome de las intenciones de las personas que tenían de servir a Dios por medio de la música, algo que yo compartía con ellos.
En más de una ocasión descubrí a Delilah observándome, solo puedo imaginar por qué lo hacía, tal vez simplemente curiosidad, pero decidí que si había fracasado al no hablar con ellas desde el momento que las vi, no me iría sin platicar con ella. Había notado que mientras todos tocaban algo, ella se quedaba sentada o no se acercaba a intentar tocar alguno de los instrumentos, como yo. Así que durante una sesión de música donde todos nos divertíamos decidí que esa sería la mejor manera de acercarme y lo hice, fueron quizás dos o tres preguntas y frases que intercambiamos, creí sentir algo de frialdad así que decidí que sería mejor no insistir. Esa fue la única vez que hablé con ella ese día.
Retomando la parte que más relevancia tuvo ese día, hablaré sobre lo que pasó en la última parte de ese día, durante la exposición del santísimo.
No pretendo que comprendas lector, los sentimientos que pasaron por mi ser, ni la manera en que mi espíritu fue transformado durante esa tarde, no trataré de explicarlo porque tanto como si lo hiciere o no, el resultado sería el mismo, no lograría transmitir el mensaje, lo que pasó esa tarde solo puede ser vivido para ser entendido. Intentaré aun así, narrar por qué fue tan importante y significativo para mi.
Sobre un pedestal, guardado por dos luces a vela en sus costados, justo en medio del salón se encontraba postrado el Santísimo, se le conoce así a la hostia consagrada donde reside Jesucristo para la apreciación de sus seguidores, la oración y su alabanza, al menos desde mi punto de vista, después de todo aun hay muchas cosas que no se de mi Iglesia. La actividad era sencilla, el Señor estaba ahí y éramos libres de alabarlo como quisiéramos de agradecerle o pedirle lo que necesitáramos, cerrar los ojos y sentir su presencia, y mediante un cántico, el que fuere que viniese a tu mente expresarle tu sentir. Jamás podrán ser mis palabras tan precisas ni adecuadas como para describir el ambiente ni lo que yo sentía en ese momento. Existen muchas formas, científicamente aceptadas para probar con lógica y raciocinio lo que ahí sucedía, una acumulación de energías producto de los estados mentales generados por la euforia producida en nuestro cerebro y demás, lo sé porque las he leído y siempre fueron mis argumentos ante la presentación de ese tipo de eventos. Aún en esos momentos, estando ahí, sintiendo todo lo que sentía, pensaba en todas esas cosas, tratando de identificar que era lo diferente que tenía yo que me hacía querer entregarme, vivir lo que las personas devotas a mi alrededor vivían y trascender. Lo descubrí.
La diferencia era mi Fe.
Pudiera ser posible y no descarto por completo la idea de que todo lo que logran las religiones es simplemente producto de un poder humano oculto que solamente expresamos o liberamos mediante la concentración de nuestras energías que fluyen a través de nosotros mediante las oraciones masivas, tal como lo señala la metafísica. Sin embargo, la diferencia entre lo que sentí ese día, comparado a mis anteriores acercamientos con Dios, fue precisamente mi fe, en ese momento yo creía, confiaba y podría afirmar que Dios estaba ahí conmigo, porque lo sentí y lo supe, vivimos en un mundo de relatividad donde todo tiene mil formas de verse, es tu postura y tu fe lo que vuelve lo que tu crees en real. Elegí creer en Dios, elegí depositar mi fe en las veces que pedí y se me fue concedido, elegí confiar en que las cosas buenas que me sucedían pasaban por él, no fue un cambio repentino, fue algo que se me fue demostrado. Cuando alimentas tu espíritu y lo preparas para ver las señales, la existencia de Dios es tan evidente que no eres capaz de negarla.
Esa fue la tarde que sentí el espíritu santo llenar mi contenedor espiritual y hacer arder una flama que estuvo a punto de apagarse.
No pretendo lector, aleccionarte ni de ninguna manera invadir tus creencias, mi relato es simplemente una expresión de algo tan importante para mi como lo es mi espiritualidad. Espero comprendas de la misma manera en la que yo respeto a tu persona que este espacio de expresión al final es mío y con gusto comparto contigo, si llegáramos a discernir ¡Pues más qué bien! El mundo esta hecho de personas diferentes y son nuestras diversidades las que nos hace especiales.