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Único

¿Alguna vez has sentido que tienes algo que nadie más tiene? Algo dentro de ti que te hace especial, diferente a todos los demás, algo que tal vez ni tu puedes explicar, pero que sabes que lo tienes. Quizás tengas una habilidad que no le cuentas a nadie, pero de la cual te enorgulleces, porque sabes que te hace auténtico, divergente de la mayoría… único.

Siempre he sido capaz de recordar acontecimientos importantes en mi vida, el más antiguo y probablemente mi primer recuerdo en este mundo data de cuando aprendía a caminar, apoyaba mis manos en las paredes de un pasillo, hasta empujar la puerta del cuarto de mis padre, donde mi madre se sorprendía de verme. Pero no es esa mi habilidad, pero es necesario el contexto, fue esa capacidad la que me permite recordar el día, el momento y las circunstancias alrededor de un accidente que tuve cuando rondaba los 2 años y medio de edad, un accidente que me dejaría una herida de 9 puntos en la cabeza y una cicatriz para presumir toda la vida. Es debido a esta capacidad también, que puedo recordar el día, los momentos y las circunstancias que rodean a otro accidente que tuve a los 5 años de edad, un 21 de Diciembre de 1998. El día que cambió todo.

Puedo recordar lo que estaba soñando esa madrugada, curiosamente era un sueño donde me veía a mi mismo dormir, tranquilamente, la persiana de la ventana dejaba entrar un rayo de luz, ya amanecía. Por la ventana divisé la silueta de una cabeza, no distinguía su cara, pero era un niño, el niño tenía una resortera y al tiempo que liberaba la liga tensada pude ver perfectamente la trayectoria de la piedra que salía disparada, vi claramente como rebotaba en un soporte de mi litera, solo para golpear el siguiente y medio segundo antes me di cuenta de lo que sucedería, era demasiado tarde. La piedra golpeó mi cabeza, la cabeza del yo que hasta ese momento dormía placido y sin disturbios, en la ventana la silueta se había esfumado y el simple choque de la piedra con la cabeza del niño hizo que este cayera de la cama. En la vida real, una madre le gritaba a su esposo mientras veía a su hijo temblar de manera descontrolada de una forma que jamás había visto. El niño convulsionaba en el suelo.

Recuerdo el camino a la clínica, recuerdo el consultorio del médico, recuerdo la voz de el diciéndome que intentara caminar hacia el lavamanos, recuerdo lo frío del suelo bajo mis pies descalzos, recuerdo a mi padre prestándome sus sandalias y sus brazos atrapándome cuando mis piernas no podían mi peso, recuerdo decir que si podía y que me dejaran intentarlo. Recuerdo las pruebas, las jeringas, los litros de sangre y los EEG, curiosamente no recuerdo el diagnóstico exacto, algún tipo de epilepsia menor causada por el trauma de mi cabeza golpeando una maquina de escribir al caer de la cama, recuerdo al médico diciendo “medicamento de por vida”.

En los próximos tres años tendría al menos 4 crisis más, todas durante la noche, los doctores determinaron que se trataba de un tipo de epilepsia nocturna, la penúltima crisis me dejó en una clínica de nuevo, en una ciudad ajena a la mía. La última, no sucedió.

Era entrada la noche y yo estaba en ese estado de somnolencia que precede al dormir profundamente, donde oyes pero no escuchas, donde de alguna manera sentí por primera vez lo que se avecinaba, lo sabía antes de que sucediera, sabía que mi madre estaba a un lado mío y sabía que se preocuparía, Sabía lo que significaría una nueva crisis, los análisis, más pruebas, más doctores, no quería nada de eso. Mi madre notó como temblaba mi pierna, yo sentía como empezaba a perder control de mi cuerpo, intenté hablarle pero solo pude mover su cabeza, fue suficiente, encendió el foco y su cara de preocupación fue todo lo que necesité, cerré los ojos me esforcé por sentarme y reuní todo lo que tenía en mi para detener la crisis. Lo logré.

Existe un tipo de crisis que va de lo focal a lo general, básicamente comienza poco a poco hasta que se vuelve una convulsión de cuerpo completo con una pérdida entera del conocimiento, aparentemente yo logré detenerla antes de que evolucionara. Fue la primera vez que no perdí el conocimiento y fue la mayor victoria que había tenido a mis 9 años. Pasaron 13 años hasta que tuve que utilizar esa habilidad por segunda vez. Los neurólogos lo llaman “aura”, algunas personas pueden ver venir una crisis por sus pre-síntomas, casi nadie puede evitarla. Es un sentimiento que no puedo describir.

Curiosamente esta segunda vez también soñaba algo, soñaba que estaba en una reunión con unos amigos y poco a poco perdía mis sentidos, poco a poco perdía el equilibrio, mis ganas de vomitar aumentaban, reconocí la sensación, como ya lo describí, soy bueno recordando esas cosas, me expulsé de mi sueño y apreté los puños, me levanté a tomar un vaso de agua, nada había pasado y nada pasaría.

Son mis sueños otra habilidad de la que internamente degusto y me enorgullezco, me han sorprendido toda mi vida, se dice que no puedes soñar algo que no conoces o no has visto, yo he elegido creer que si puedo, estoy convencido de que en más de una ocasión lo he hecho. Cuando Blu (mi hermano) era pequeño, sufría de terrores nocturnos, los doctores dijeron que era relativamente normal en niños de su edad y que con la edad se le pasaría, así fue. Lo interesante es que yo siempre podía saber que el tendría un terror por mis sueños, siempre que le sucedía yo tenía el mismo sueño y la misma sensación, una cadena de oro deslizándose por una duna de arena, como una serpiente y una sensación de hinchazón en mis extremidades, para mí jamás tuvo ningún sentido, pero sabía lo que significaba, el me necesitaba.

No sé si mi mente estaba predispuesta a ser así de analítica, si le debo mis capacidades a mis genes o a mi crianza, pero a mi me gusta creer que mi voluntad para detener las crisis, mis sueños, mi análisis, todo fue desencadenado por aquella mañana cuando un niño que me veía por la ventana me golpeó con una piedra en la cabeza.

Y ti, ¿qué te hace único?

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