No era la primera vez que sucedía, esperaba que no fuera la última tampoco, nunca se sabe con los sueños, son tan confusos como impredecibles y aún así, tan maravillosos.
El chico se despertó cuando ya amanecía. Entre la somnolencia y el despabilo, una idea moraba en su mente, apunto de escaparse, apunto de desvanecerse para siempre, se aferró a ella, sabía el procedimiento, lo había hecho incontables veces. No pongas atención a tu alrededor, ignora los sonidos, has caso omiso de las sensaciones, cierra los ojos y revive tu mundo, mira hacia adentro y deja que tu subconsciente hable.
Una colina, un amanecer, una silueta, una oscura cabellera que se movía con la gracia del agua que se desliza con suavidad por el cause. Blanco. Un muro, el subconsciente se niega a ceder su territorio, el chico se rinde, sabe que la batalla está perdida, pero no del todo, tiene la idea y recuerda parte del sueño, se aferrará a el durante los siguientes días.
El chico jamás ha creído lo que dicen los demás, “no puedes soñar algo que no conoces”, patrañas, el lo ha hecho antes y está seguro que esta es una más de aquellas ocasiones. Las siguientes semanas intentaría forzar a su mente, luchar con su subconsciente, intentar disuadirlo, que su último pensamiento antes de caer en los brazos de Morfeo sea la chica del cabello hermoso. Finalmente lo logró.
La chica sonreía, era toda energía, toda gracia, una vez más el sueño lo expulsaba en el mismo instante, su cabello hermoso y su cabeza giraba, en el momento que al fin vería su cara, una luz cegadora lo despertaba. Maldición. No se daría por vencido, si ya lo logró una vez puede lograrlo de nuevo. El pensamiento ocuparía su mente los siguientes días, sin fruto alguno por sus esfuerzos. La moral del chico empezó a caer y se dijo que quizás lo estaba intentando demasiado, decidió dejarlo por un tiempo, aun así no dejó de creer en ella.
Pasaron los días y el chico se olvidó de la chica. No del todo, pero ya no ocupaba su mente, había conocido otras chicas y ellas eran más reales de lo que una imagen en un sueño lo era, al menos hasta el momento en que volteó.
Estaba sentado tres filas detrás de ella y el sol del atardecer ya les golpeaba la cara, su silueta contrastaba con el resplandor. Una liga la había disfrazado todo el tiempo. Después de un largo día, decidió que sostener su cabello ya no era tan buena idea y así lo dejó caer, justo en el momento que él dirigía su vista hacia el frente, una cascada de cabello del color del roble caía en perfecta armonía, rizado, eclipsando el resplandor del sol y haciendo suyo el brillo del astro mayor.
El corazón del chico se detuvo justo en el instante que ella volteaba para sonreirle.
─Hola, me llamo Elena─ le dijo.
─Me da gusto al fin saber tu nombre─ contestó el chico,
Sus miradas se encontraron y el chico comprendió, no era el único que había soñado con alguien que no conocía.