17 días han pasado desde que escribí Para Elena, medio mes y todo ha cambiado.
No todo, realmente. Esta historia tiene dos lados, como la mayoría de las historias que vale la pena contar. Me había tardado en escribirla, precisamente porque todo sucedía tan rápido que no quería enfrentarme a mi mismo. Pero aquí estoy, haciendo reales mis sentimientos.
Todo comenzó con un abrazo. Algo tan simple y tan sencillo, tan mágico y tan natural.
Es fácil envolver nuestros sentimientos en capas de preocupaciones y de ocupaciones mundanas, cosas rutinarias o actividades que nos distraigan, como la escuela o el trabajo. Pero tarde o temprano, nuestra alma encuentra la forma de abrirse paso a través de esas capas que vamos formando con el paso del tiempo, hay ocasiones en las que el interior siente algo afuera, algo que le llama, algo con lo cual anhela unirse. Nada de esto lo pensamos nosotros. Pasamos tanto tiempo ocupándonos en nuestra vida diaria que olvidamos la magia del ser humano, un interior más poderoso que cualquier fuente de energía existente, una flama capaz de arder con la intensidad de mil soles, el alma del ser humano no escucha al razonamiento, siempre nos empuja a alcanzar lo que anhela.
Su primer abrazo despertó a ese ser que forma parte de mi, de su letargo. En aquel momento no lo supe, en aquel momento no lo noté, como algo se encendía dentro de mi, pero era cuestión de tiempo para que lo notara.
A inicios de mes, Elena decidió mostrarse más cercana a mi, decidió cambiar la forma en la que se comportaba conmigo, decidió que se sentía bien estando conmigo, platicando conmigo, sonriendo conmigo… o quizás no lo decidió ella, así como no fui yo quien decidió soñar con ella antes de conocerla o que mi cuerpo empezara a sentir ansias por llegar el día de volver a verla. Quizás fueron nuestras almas.
En un abrazo pueden unirse dos personas de una manera tan única como indescriptible. El momento en el que las almas de las personas están tan cerca que se pueden sentir sus murmullos.
Durante mucho tiempo no sentí necesitar un abrazo y durante mucho tiempo no pensaba en ellos, pero a Elena no le importó eso, no le importó porque no lo sabía, no había manera de que lo supiera, aun así me abrazó… y lo siguió haciendo. En cada abrazo un fragmento de mi esencia se unía a su cuerpo y una parte de su calor se quedaba conmigo. Se quedaba conmigo y me hacía compañía, mientras vivo, mientras duermo, mientras pienso, y cuando la ausencia enfría esa parte que quedó en mi, mi alma se inquieta y anhela el calor de nuevo.
Y buscamos encontrarnos de nuevo, buscamos saber más del otro, nos preocupamos y nos ayudamos, sonreímos y nos abrazamos una vez más.
Me gusta Elena y la quiero, se que ella también se siente de esa manera hacía mi. Su presencia me inspira, su persona me sonríe, su alma me busca. No me sentía así desde hace mucho, me gusta y no lo puedo evitar.
He vuelto a creer.
Pero esto es solo un lado de la historia…