Nunca estuve más feliz de no encajar en la basta mayoría de mi sociedad.
Martes 21 de Marzo
-¿Por qué no traes lentes?
-Porque los quebré
-Si, ya se, pero ¿por qué AUN no traes lentes? Deberías comprar unos
-Bueno, es que IBA a comprar unos
-¿Pero?
-Bueno, ahora tengo boletos para el Ballet
-¡¿Para el b–?! ¿Qué?
Con esta pequeña conversación comenzó mi día laboral, la cual continuó con el voltear de los ojos de mi interlocutora y en su cara pude leer su pensamiento, una cara que he visto mucho en los últimos meses, era tan claro como si me lo estuviera gritando: raro.
Nunca me ha gustado auto nombrarme raro o inadaptado. Raro es una palabra que ha perdido su valor últimamente, parece ser que todo mundo quiere serlo, así que no me etiqueto como tal e inadaptado pues… soy una persona funcional en esta decadente sociedad, si eso no requiere una gran cantidad de adaptación, no se qué lo requiere.
Simplemente soy yo mismo y estoy orgulloso de ello, porque me ha costado, me ha costado mucho.
Cuando estaba en preparatoria, envolví mi autoestima en un manto de arrogancia que me llevó a aislarme de conocer muchas personas, de aquel tiempo solo conservo a dos verdaderos amigos que aun aprecio y tengo en gran estima por haberme aguantado. Durante la Universidad mi actitud cambió y me volví un poco más humilde -o al menos así lo considero-, y encontré a un grupo mayor de amigos que por alguna razón me aceptaba sin tener que dejar ser yo. El problema llegó cuando la escuela se acabó.
El mundo de los adultos o como algunos lo llaman homónimamente: La Sociedad. Es un vasto y despiadado universo que no se detendrá ante las inseguridades del individuo y que si este no logra adaptarse, tratará de aniquilarlo con su masiva fuerza de inercia.
Y te lo dicen y lo ves en las películas y lo lees en los libros y aun así… no puedes notar la magnitud de su fuerza hasta que estás dentro de esa corriente y en vez de ser como la mayoría… aspiras a algo más, ambicionas con ser algo más que parte de una sociedad con la que no te identificas y entonces empieza la batalla, una batalla para la que nadie te preparó y una batalla que tiene el peso de miles de opiniones para aplastarte.
Así que ahí me encuentro yo, en medio de una sociedad que desearía fuera diferente, conviviendo diariamente con personas que en su mayoría no se toman la molestia de comprender lo que es diferente para ellos, lo que consideran extraño, lo catalogan como tal y lo rechazan. Pero a pesar de eso, he encontrado la fuerza para seguir siendo yo mismo, para seguir brillando.
Me levanto todos los días pensando en mis sueños, en lo que quiero lograr, en abandonar esta ciudad sumida en inseguridad y criticismo, me levanto y pienso “esto no es lo que voy a hacer toda mi vida”, pienso en mis metas y cada uno de los días me obligo a remarcarlas, porque es muy fácil entregarse a la corriente cuando vas nadando cuesta arriba y te cansas.
La verdad es que las situaciones que aplican para unos no se pueden aplicar para todos, los entusiastas te dirán “sal y has lo que te hace feliz, no te estanques, nada te detiene”, pero la realidad es que nuestros lazos nos atan y no es algo precisamente malo, porque esas ataduras nos dan fuerza y estabilidad, no siempre va a ser tan “sencillo”.
Me levanto y me dirijo a un trabajo que no pienso pasar el resto de mi vida, ni siquiera dos años más de mi vida, me levanto y lo disfruto, lo disfruto porque se que es un medio, una herramienta que me dará recursos para alcanzar mis sueños. Nos han vendido la falsa idea de que se puede alcanzar el éxito de manera instantánea, es por eso que al salir de ver una película donde narran en 2 horas toda una vida de superación nos sentimos vacíos porque lo que hacemos no se compara.
No se compara porque la escala es diferente, cada meta requiere una cantidad proporcional de tiempo y esfuerzo, el esfuerzo que nadie te cuenta, el aguantar día tras día de minúsculos esfuerzos, imperceptibles en los malos días que creemos que no existen. Creo firmemente que simplemente nos quedamos cortos de perspectiva, no vemos la imagen completa, porque al pasar de los años, si no te rindes, si sigues avanzando, por más despacio que lo parezca, llegarás a la meta y voltearás atrás y te sentirás orgulloso de ti mismo.
Y el día Martes fue en gran día, porque me levanté con una energía renovaba, porque me di cuenta de todo esto, me lo dije a mi mismo y he decidido escribirlo, porque a veces no es suficiente con pensarlo, hay que plasmarlo, así se alimenta el alma.
Y mientras me miraban como raro no por primera y estoy seguro que no por última vez, me pareció gracioso y sonreí. Sonreí porque a pesar de toda su fuerza, la inercia de la sociedad no había podido vencerme, había desarrollado un antídoto y me mantenía firme.
Si, me gusta el teatro, disfruto de las pinturas, soy fanático del ballet y tengo un crush con una ballerina que no conozco, todas las noches volteo al cielo a buscar las estrellas, todas las mañana miro al horizonte para recibir al sol, cuando el viento sopla cierro los ojos y escucho sus susurros, creo en la meditación y el alimento del alma, creo que este mundo ha dejado de hacer las preguntas importantes, que las personas ya no se buscan a si mismas, creo que es mi obligación hacerlo conmigo mismo, soy un ingeniero y siempre me pregunto por qué las cosas son como son, amo leer, amo el café, amo escribir y amo los videojuegos, me encanta la música clásica y me esfuerzo por aprender a tocar la guitarra, últimamente he estado explorando la parte artística de mi que nunca nadie me enseño a desarrollar y que siempre creí que no existía.
Creo en las conversaciones profundas y en la consciencia del universo, en la conexión entre dos personas y creo en el amor, creo que este mundo puede cambiar, creo en la humanidad y trato ser el cambio que quiero ver en el mundo.
Pero sobre todo: tengo sueños y pienso pelear por ellos hasta mi último aliento.
Para ti lector, esto puede parecer lo más normal, pero para la sociedad en la que vivo, es algo que han olvidado o que nunca nadie les enseñó, algo anormal y de lo que se mofan como si ellos fueran mejores. No seré un adaptado, pero definitivamente me siento fuera de lugar –misplaced-, no encajo en esta ciudad.
Pero por primera vez en cuatro años, me siento feliz de ser quien soy y sin la necesidad de cambiar por capricho de los demás.
Hoy más que nunca, soy yo mismo.
Brillo. La primavera ha llegado.