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Mis problemas a los 24

Cuando recién cumplía 21 años le pregunté al padre de mi novia en aquel entonces “¿Señor, qué planes tenía usted cuando tenía 21?” y el me contestó que no tenía nada planeado, “era un chiquillo apenas”. Aquel día su respuesta me sonó decepcionante, pero hoy a mis 24 entiendo que yo tampoco tenía idea de lo que sería mi vida en aquel entonces, mucho menos 3 años después.

Siempre he creído que el pasado está ahí para aprender de él, pero al pasar de los años he notado como mi vida diaria me lleva a limitar mi perspectiva cada vez más al presente e ir desechando de mis pensamientos lo que viví tiempo atrás, lo que al final de cuentas me hizo lo que soy ahora. Es por eso que escribo, porque soy pragmáticamente olvidadizo.

A la primera mitad de mis 24 años de vida me encuentro en una especie de estabilidad peligrosa, que de subestimarla podría terminar definiendo mi vida para siempre. Me encuentro en esa peligrosa etapa del adulto joven donde la mayoría entierra sus sueños en el jardín para dar paso a convertirse en un “adulto de verdad”, sea lo que sea que eso signifique. Será a mis 24 años donde tendré que tomar una decisión que definirá el rumbo de mis siguientes 3 años por venir. 3 años es demasiado tiempo para vivir en una mala decisión.

So, here goes 24 part 1:

Este mes cumplí 13 meses en mi actual trabajo.

¿Qué hago en mi trabajo? Bueno vamos a llamarme IT Guy, porque eso es lo que básicamente soy. Trabajo en el Corporativo de la que es quizás la mayor empresa que ha dado mi ciudad y me dedico a resolver los problemas tecnológicos que se presentan en el corporativo, donde trabaja todo el personal que toma las decisiones del rumbo de la empresa.

Empecé cambiando y/o reparando equipo de cómputo dañado, realizando ambientaciones de espacios de trabajo para nuevos colaboradores, he trabajado en la infraestructura tecnológica tanto de red como de equipo audiovisual, le brindo ayuda a los trabajadores que son ajenos a las funciones de la tecnología, etc. etc.

En algún momento de esos 13 meses -o quizás fue desde el día de mi entrevista de trabajo- mi gerente vio algo en mi, algo en mi forma de actuar, en mi forma de pensar o incluso en mi forma de no actuar, en mi forma de hablar, en mi forma de tomar decisiones, en mi forma de manejar el estrés o las situaciones difíciles, en mi forma de vestir o simplemente en mi forma de trabajar, el punto es que algo de lo que soy pareció agradarle y poco a poco me fueron incluyendo en proporcionar soporte a un área bastante sensible, el eslabón principal de nuestra institución, la cabeza de la empresa: Dirección.

Primero fueron cosas simples, sin mucho riesgo, sin mucho envolvimiento, cosas que pasarían desapercibidas pero cosas que hice bien, después fueron situaciones de emergencia, cuando algo pasaba y no había nadie más, en alguna situación me dijeron “¿Te animas?” y yo jamás dudé al decir que sí. Afortunadamente fui capaz de resolver esas situaciones y salir airoso de esas emergencias y poco a poco me fueron involucrando más, mes a mes, día a día. Nunca dejé de dar lo mejor de mi, porque así me enseñaron, “si vas a hacer algo, hazlo bien”.

Debo hacer notar que los Directivos de la empresa son muy celosos y precavidos -como tienen en bien serlo-, así que no cualquier persona puede atenderlos, nuestro departamento no envía a cualquier Ingeniero a apoyar a la mano derecha del jefe de la empresa o a cualquiera del Comité Directivo, nuestro departamento envía a una sola persona y esa persona es la que se encarga de dar atención personalizada a los altos mandos, solo él. Un elegido por ellos de cierta forma, alguien en quien saben que pueden confiar para estar presente cuando la tecnología forma parte de reuniones importantes.

Esa persona no era yo, por supuesto. Esa persona era alguien que tenía ya 5 años trabajando en la empresa. Pero el universo es un monstruo vivo en constante movimiento, así que movió sus piezas.

Antes de yo cumplir un año en la empresa el elegido en turno decidió que 5 años habían sido suficientes y que ya no podía permanecer más en el lugar donde estaba, se mostró decidido a cambiar de puesto y de área. Alguien más tendría que tomar su lugar, por supuesto.

Antes de que yo cumpliera un año en la empresa, ya tenían un candidato. Antes de que el elegido abandonara su puesto prepararía a su sucesor.

Y antes de que yo cumpliera año en la empresa mi gerente me mandó a llamar a su oficina para hacerme una propuesta.

La proposición no me tomó desprevenido, antes de tomar mis vacaciones el elegido me hizo saber sus intenciones y su opinión de que debía ser yo quien le sucediera, así que tuve la oportunidad de tomar ese tiempo libre para meditar sobre las implicaciones de hacer la propuesta. Lo cual no fue nada sencillo.

Por primera vez en un año tenía que pensar en mi futuro, en lo que quería, en donde estaba y a donde quería ir, pero sobretodo a donde me llevaría el aceptar esas nuevas responsabilidades, porque por un año solo me había dado a la tarea de trabajar y seguir viviendo, gastar mi dinero en honor al capitalismo y no pensando en el futuro, en mis sueños de universitario y en mis aspiraciones. Por primera vez en doce meses me vi obligado a hacerme frente a mi mismo.

¿Qué es lo que más has deseado siempre? ¿Cuál ha sido para ti tu trabajo ideal? ¿Qué te hace feliz? ¿Es este trabajo lo que quieres? ¿Te llevará aceptar esta propuesta más cerca de cumplir tus sueños? ¿Cuales son las consecuencias de no aceptar las responsabilidades?

Estas y más preguntas estresaron mi mente durante dos semanas a tal punto que empezó a afectar mi salud física, pues bien había que ponerle un fin a todo eso. Era momento de tomar la primera decisión, la propia. La intrapersonal. La más importante.

Desde que tengo recuerdo de mi amor por la ciencia, la tecnología y la electrónica decidí que yo iba a vivir para desarrollar cosas, para crear nuevas tecnologías y para impulsar la innovación, para investigar lo que no se, para saber lo que desconozco, para aprender y para crear algo por lo cual ser recordado. Aún abro mis libros de teoría electromagnética y me emociono al ver las ecuaciones matemáticas que describen modelos de radiación, aun me emociono al ver diagramas eléctricos y visualizar como circula cada electrón de la corriente por los canales de cobre que lo componen, aún no conozco muchas cosas, aun quiero saber más, aun quiero hacer mi maestría en Diseño Electrónico y aún quiero convertirme en un Investigador. Aun puedo lograrlo.

Pero entonces ¿qué hacía trabajando en un puesto que lejos de desarrollar tecnología, me limita a solucionar problemas técnicos en un ambiente sumamente administrativo? Bueno pues el mundo no es tan sencillo como los discursos motivacionales, como las novelas y las historias, la adultez es una etapa muy compleja y la vida no siempre nos provee de todas circunstancias o facilidades para ir persiguiendo nuestros sueños sin plan alguno, si bien para muchas personas el dinero no es un problema, para muchas otras si lo es. Con ese pretexto decidí hace 13 meses formar parte de esta empresa, necesitaba el dinero, la paga es buena y el puesto esta relacionado con la tecnología, es un buen trabajo, pero no el trabajo de mis sueños, no lo que quiero hacer toda mi vida, de echo planeaba dejarlo al pasar 16 meses para dar paso a otra etapa, mi camino hacia la maestría, pero como ya lo dije, la vida no funciona de acuerdo a tus planes.

Frente a mi tenía dos caminos: aceptar las responsabilidades o rechazarlas.

La primera opción está construida sobre una base fundamental: el compromiso. Si me ofrecieron la oportunidad de ser el nuevo paladín que proporcione soporte tecnológico al alto mando de la empresa es porque me creen capaz de desempeñar las actividades necesarias satisfactoriamente pero en la propuesta viene implícita una cláusula que no mencionan, el compromiso, ellos esperan que continúe con esa posición la mayor cantidad de tiempo posible, preferiblemente años, ya que no es una posición que se pueda llenar tan fácilmente, para no darle demasiadas vueltas, aceptar las responsabilidades requeriría sacrificar al menos el 2018 de empezar mi maestría y retrasaría mi partida de esta ciudad al menos 20 meses más.

Por otro lado está la opción de rechazar el ofrecimiento, decir que tengo unos planes a futuro que me impiden comprometerme a ese nivel y que es mejor dejárselo a alguien más, revelando así mis intenciones de no querer permanecer más en el departamento o incluso en la empresa, exponiéndome al escrutinio de mis acciones y a la posibilidad de ser despedido antes de lo que tuviera proyectado, pero lo más importante es que estando en un mundo donde las relaciones son tan importantes ¿puedo darme el lujo de rechazar hacer contactos con empresarios así de importantes? Aun cuando mi participación en sus vidas laborales sea puramente de soporte, el contacto existe y la relación puede ser muy fructífera en un futuro, a tal grado de que me abriría muchas otras puertas en la empresa para crecer, subir de puesto, aumentar mi salario y mi posición. Se que de proponermelo soy capaz de lograrlo. He demostrado que puedo hacerlo.

Entonces ¿qué es lo correcto rechazar o aceptar?

Bueno pues la respuesta no puede estar en otro lado nada más que en mi.

El romántico y soñador dice que rechace, me prepare para seguir mis sueños y me vaya en cuanto pueda.

El lógico pragmático en mi dice que acepte, que el sendero al éxito es bueno y que el dinero me vendrá bien, que puedo asentarme y ayudar a mi familia, desarrollarme en esta ciudad.

La respuesta la encontré al fin y como la mayoría de las veces en un lugar entre medio, pero sobre todo en una de las habilidades que más he invertido mi tiempo los últimos dos años: el amor propio.

Abandonar mis sueños no es una opción y aplazar mi partida de esta ciudad 20 meses más puede significar una herida tan grande que jamás me permita volar de nuevo: debo de partir hacia ciudad G en 2018, es la única opción para sobrevivir. El estrés de seguir viviendo en esta ciudad, en esta casa y en este ambiente de estancamiento se ha vuelto demasiado peligroso, no perteneceré al grupo de personas que se quedan en esta ciudad por no “poder” seguir sus sueños. El próximo año dejaré la empresa, pero este… aceptaré la propuesta.

La laborar en un ambiente de trabajo donde el 95% de las personas son mayores que tú es que aprendes a ver en lo que puedes convertirte al pasar los años y al trabajar al servicio de jefes y gerentes me he dado cuenta de una cosa: siempre se dan prioridad ante ti. Ya se trate de trabajo o de manera personal, estos adultos han aprendido a que siempre deben de ponerse antes que los demás, algo que los adolescentes no pueden hacer con estabilidad y algo que los adultos jóvenes no logran siempre sostener.

Aprendí que si he de sobrevivir en este momento he de poner en práctica esa habilidad. Así que me pongo a mi antes de una empresa que se no se tocaría el corazón para despedirme si sacara un beneficio de ellos, porque así es el mundo de los negocios, frío y firme, pues bien aceptaré el reto con la misma fuerza.

Así que esta es la resolución.

He dicho que sí sin titubear al preguntarme sobre si acepto, he dicho que sí sabiendo que planeo salir de la empresa el próximo año, he dicho que sí con la fuerza y resolución de quien tiene un plan más grande.

30 días han pasado desde que dije que sí y después de recibir la preparación necesaria para realizar mis nuevas actividades puedo darme cuenta de que a pesar mi resolución y fuerza, este será un plan difícil de implementar.

Mi mayor enemigo: yo.

Mi mayor aliado: yo.

El compromiso pesa en mi, las responsabilidades se vuelven mayores, las relaciones se estrechan y los proyectos empiezan a involucrarme, mi gerente tiene planes en los que cuenta con mi estabilidad y yo no me detendré en mi proceso de inscripción a la maestría, al contrario voy a dar todo de mi para ganarme un lugar en la casa de estudios que siempre he querido, la que siento me acercará más a cumplir mi sueño y llegado el momento quizás tenga que renunciar con menos tiempo de anticipación que el que me gustaría.

Intentarán detenerme, por supuesto. En el peor de los casos abandonaría la empresa de manera inesperada y les dejaría con un mal sabor de boca exponiendo a una mala recomendación para futuros empleos, pero es un riesgo que estoy dispuesto a correr. El mayor reto para mi ahora es mantener esa resolución los siguientes 6 meses.

Todos los días luchar por mantenerme firme, porque seguir tus sueños no es fácil y los caminos que tenemos que recorrer para alcanzarlos son diferentes para todos, estas son las cartas que me han tocado para jugar y tengo que saber jugarlas correctamente, siempre teniendo en mi mente que el que tiene que ganar en mi vida… soy yo.

A partir del día de ayer me he convertido oficialmente en el elegido. 

Nadie más que yo sabe que no planeo conservar ese título por 12 meses. Si llegado el momento la empresa me ha de ver como un traidor, he de hacer notar que jamás fui un traidor sino el ser más leal que pudo haber.

Que se sepa que siempre fui leal a mi mismo. Que llegado el momento permanecí leal, tuve la fuerza para nunca traicionarme.

Y si algún día el novia de alguna de mis hijas me pregunta “Señor ¿qué planes tenía usted cuando tenía 24?”, le diré orgulloso “Chico, cuando tenía 24 años tomé las riendas de mi vida y seguí mis sueños. En aquel entonces sorteé los problemas más grandes que había tenido en mi vida”.

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