Los días pasaron y las ideas fluyeron, palabras fueron escritas y una idea se fue enraizando en mi mente cada vez más profundamente. Tenía que conocerla.Conforme pasaba el tiempo y mis conversaciones con Minerva se volvían más intensas y naturales decidí que necesitaba reunirme con ella, necesitaba tenerla frente a mi, escuchar su voz, mirar sus ojos y a centímetros de su persona rebatir sus argumentos. Las conversaciones, las verdaderas conversaciones se experimentan frente a frente, puedo escribir un millón de palabras describiendo la experiencia y no me alcanzarían para emular la sensación de una mirada, una sonrisa, un suspiro o un gesto. Por mucho que disfrutara conversar con Minerva por texto sabía que jamás la conocería de verdad si no estaba frente a ella, así que decidí hacerlo.
No es novedad que romantice mis primeros encuentros con las personas que han significado algo importante en mi vida, creo que es precisamente esa acción un indicador más de lo especial que termina siendo esa persona en algún momento de mi vida. Mi primer encuentro con Minerva fue una tarde en una pequeña ciudad al norte de la capital del estado, en su tierra natal.
La ciudad G se encuentra a una hora y media de camino en autobús de la ciudad donde vivo. Minerva vive en la capital del país, pero sabía que volvería a su ciudad para disfrutar de su tiempo libre posterior a su graduación, a pesar de ser otra ciudad no me pareció demasiado descabellado proponer visitarla y pasar una tarde café, algo que los dos disfrutamos mucho, a ella pareció agradarle la idea y me convenció con la promesa de comida gratis y “las mejores tortas del mundo”. Así que un sábado por la mañana me subí a uno de los autobuses que pasan por la salida norte y con nada más que mi celular y unos audífonos emprendí la aventura a encontrarme por primera vez con la persona con quien había estado compartiendo conversaciones interminables los últimos meses.
Mientras esperaba a Minerva en la terminal de autobuses empecé a sentirme nervioso, siempre me causa nervios conocer a personas nuevas y esta vez no era la excepción, sin embargo pude identificar que a pesar de estar nervioso no tenía miedo, al contrario, me sentía entusiasmado por volver a verla después de 6 años e interactuar con esta nueva persona en la que se había convertido y me había llamado tanto la atención.
Los primeros momentos de incomodidad fueron desapareciendo conforme nuestra conversación se tornaba tan natural como lo había sido mediante el texto. Después de acostumbrar nuestros oídos a los tonos y ritmos de nuestras voces, continuar hilando tema tras tema fue bastante sencillo, platicábamos de cualquier cosa, desde el sabor de nuestras tortas hasta el futuro de nuestro país, Minerva es economista y conoce mucho sobre esa rama de la ciencia de la cual hasta antes de conocerla era completamente ajeno, es muy apasionada sobre su carrera así que en muchas ocasiones nos encontramos hablando de temas para los cuales tenía que hacer mi mayor esfuerzo para seguir.
Comimos y pasamos nuestra tarde caminando y paseando por la ciudad y su pequeña cabecera municipal, terminamos probando un café no particularmente bueno pero en un ambiente tranquilo que nos permitió seguir nuestras conversaciones y conocernos aun más. Encontrarte con una persona por primera vez después de haber tenido contacto con ella por medio de internet siempre es muy entretenido, es como de pronto descubrir que existe una tercera dimensión en un universo que se creía bidimensional. En el caso particular de Minerva no era la primera vez que la veía pero si quizás la primera en la que interactuaba con ella, más aun de manera personal. El tener este acercamiento me permitió conocer cosas que de otra manera no habría podido, sus reacciones ante mi presencia, su postura, sus gestos, su humor. Conocer todos estos aspectos de ella y exponer los míos, solo hizo que nuestra relación se volviera -in a way- más fuerte.
Después de esa vez, solo regresé una vez más a su ciudad, el día de su cumpleaños. En esa ocasión tuve la oportunidad de conocer a dos de sus mejores amigas y fuimos a comer y a recorrer un poblado que queda cerca de la ciudad G., fue una experiencia bastante divertida y aunque aun no domino por completo el arte de entremezclarme perfectamente con los amigos de mis amigos, creo que lo hice bien y pasamos una tarde agradable.
La última ocasión en la que vi a Minerva, fue el día que regresó a la capital del país, sus amigas irían a despedirla al aeropuerto y ese día estaba en la casa de Borgias disfrutando de vinos con cena que habíamos preparado para la ocasión así que a pesar de llevar un par de copas le prometí a Minerva que iría a despedirla también. Para ese entonces ya se había sembrado en mi la idea que se solidificaría en las siguientes semanas, la importancia de Minerva en mi vida.
Minerva se ha convertido en una persona muy especial en mi vida y con la que he empezado a compartir cosas que no había compartido con otras personas anteriormente, con Minerva me siento con la libertad y confianza de tocar cualquier tema por muy tabú que pudiera parecer incluso y se que no me juzgará por hacerlo, me escucha y analiza lo que tengo que decir con objetividad y después me da su opinión, una opinión en varias ocasiones muy rica y superior a la que yo podría ofrecerle, a pesar de que tenemos mentalidades y gustos muy similares, ocasionalmente diferimos en puntos de vista, pero en lugar de tratar de convencernos el uno al otro, exponemos lo que pensamos y respetamos nuestras diferencias. Minerva se ha convertido en una de las personas que más confío actualmente y una con la que siento que puedo compartir cualquier cosa. Cada vez estamos mas cerca y eso me causa mucha felicidad, porque es una persona maravillosa.
Es verdad que no podemos determinar el momento exacto en el que nace una amistad, pero creo que podemos determinar cuando decidimos no vivir sin ella, ese momento es ahora.
Porque cada vez me cuesta más imaginar una vida donde no tengo a Minerva para compartirnos nuestros planes sociópatas con los cuales hacer el mundo arder.