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Una noche de fuegos artificiales [2/2]

—Mejor dime tú ¿quién soy yo en tu mundo? ¿cómo me llamo en tu historia?… Dime Leo, cuando vuelvas a tu ciudad y escribas sobre mí ¿cuál será el nombre que elijas?—.

Leo titubeó unos segundos, suele ser bueno para nombrar personas o mascotas, no por como lucen sino por lo que percibe de ellas, pero nunca antes alguien le había pedido que les revelara su nombre. Miró a la chica a los ojos y entonces lo supo, supo cual sería su nombre. Ella, ajena a lo que él estaba pensando se acercó con suavidad y cuando el la notó era demasiado tarde, sus labios se unían de nuevo en un beso con más energía que el anterior, un beso que lo sacó de su ensimismamiento, un beso que decía “estoy aquí ¿a caso no me ves?”, ella puso su mano sobre su nuca y el hundió la suya en sus cabellos y por un momento en el que el tiempo se dilata, solo estaban ellos dos.

Cuando al fin se separaron oyó la voz de la chica que diciéndole “he cambiado de opinión”.

—¿Respecto a qué?  —le preguntó él—.

—Voy a dejarte adivinar mi nombre real —le dijo—. Es más, hasta te daré dos pistas, pero solo tendrás dos oportunidades. Si lo adivinas te diré, sino tendrás que conformarte con como sea que quieras llamarme.

—Me parece bastante generoso —le contestó Leo—. A cambio te diré mi verdadera edad, tengo 24 años.

—Bien, las pistas son: numero 1, mi nombre inicia con la letra A y numero 2, mi nombre tiene 4 letras —le dijo sin tomarle importancia a la edad de Leo—.

—Aida —dijo Leo sin pensárselo demasiado—.

—No —contestó ella un poco sorprendida—. Pero eres la primera persona en acercarse tanto en el primer intento.

—Pues creo que será lo más cerca que llegue porque no recuerdo más nombres que cumplan esas características —le dijo, dándose cuenta de lo cierto que era su comentario ¿cómo iba a adivinar su nombre?—.

—Está Aimé —le dijo la chica. —Pero no es Aimé—. Añadió al ver la emoción en la cara de Leo.

Leo se dio cuenta que no tenía mucho sentido seguir pensando en el nombre por más tiempo y cuando se disponía a equivocarse por segunda vez, un estallido los hizo voltear al cielo al mismo tiempo.

—¡Fuegos artificiales! —dijo con entusiasmo la chica—. ¡¿Corremos?!

—¡Corramos! —le dijo Leo sin pensarlo—.

La chica lo tomó de la mano y juntos corrieron con todas sus fuerzas entre las personas, entre los árboles, entre los charcos, hasta que ella vio un espacio de césped libre y se tiró en el arrastrando a Leo con ella. Tirados en el suelo, se quedaron viendo fascinados el festival de luces y explosiones que tenía lugar por encima de sus cabezas. Seguían tomados de la mano cuando en la mente de Leo algo más hizo explosión, una idea, tan obvia y evidente ahora que le pareció tonto no haberse dado cuenta en el momento. El nombre de la chica.

Un apretón de mano lo sacó de su ensimismamiento y sintió como la cabeza de ella descansaba en su hombro.

—Leo —la escuchó susurrar—.

—¿Si? —le contestó él con suavidad—.

—No quiero que tengamos sexo esta noche —le dijo ella con toda claridad—.

Sus palabras le tomaron por sorpresa, por supuesto que en algún momento había considerado la posibilidad y había pensado que era probable que ambos terminaran en la cama de algún hotel, pero hacía un par de horas desde la última vez que la opción pasó por su mente. Cuando procesó las palabras de la chica sin embargo, tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no echarse a reír en ese mismo instante.

¿En qué momento su día se había convertido en una versión barata de su película de amor favorita?. Llegó a la conclusión de que era simplemente el universo con su infinito sentido del humor jugando con él. Rió para sus adentros y se obligó a centrar su atención en la persona que ahora descansaba su cabeza en su brazo, sin dejar de ver los fuegos artificiales -tal como lo había hecho ella- le contestó.

—No te preocupes, no es sexo por lo que vine  a este festival… Aidé —dijo la última palabra con una sonrisa en su cara que se hizo más grande al ver la reacción de ella—.

—¡¿Cómo lo supiste?! —le preguntó sorprendida mientras se contagiaba de la sonrisa de Leo—.

—Simplemente me di cuenta, si lo piensas era bastante obvio, después de la última pista que me diste involuntariamente —le contestó Leo restándole importancia a su “conjetura”—.

Aidé rió y le reveló su edad. Leo había acertado al pensar que era menor que ella.

—Buena música, clima agradable, fuegos artificiales y buena compañía ¿qué más se puede pedir? —dijo Aidé con anhelo.

Las palabras sobraban y los dos jóvenes se envolvieron en un beso largo y suave, sin prisas y con delicadeza, pero con la pasión de dos soles que colisionan y forman una supernova, cuando abrieron los ojos los fuegos artificiales se habían acabo, pero el mundo seguía ahí.

El resto del festival resultó ser un poco decepcionante para ambos, a pesar de que intentaron entrar en ambiente con Molotov, el perfomance de la banda estaba dejando mucho que desear y la energía entre las personas que se encontraban hasta atrás empezaba a tornarse apática, víctima del cansancio excesivo de dos días enteros de fiesta.

—Creo que deberíamos irnos —dijo Leo al fin—.

—Si, estoy muerta de cansancio —acordó Aidé —pero ¿qué haremos ahora?.

—Pues yo también estoy muy cansado, si quieres puedo acompañarte a tu casa y de ahí me voy yo a la mía —sugirió Leo sin mucho entusiasmo—.

—No ¿cómo crees?, vivo cerca pero es tu última noche en esta ciudad, todavía queda tiempo para seguirla, ya mañana descansaremos —contestó Aidé—.

Leo no muy convencido le preguntó que si qué plan tenía, hasta ahora todo iba de maravilla pero no se engañaba a si mismo, sabía que había una razón oculta por la cual Aidé no quería tener sexo esta noche y fuera cual fuera a él no le importaba demasiado, después de todo había sido sincero con ella cuando le dijo que no era por eso que había venido, había venido a disfrutar y hasta ahora había disfrutado al máximo, incluso la había conocido a ella y eso ya era mucho más de lo que había esperado de su experiencia en ese viaje, pero sin la opción del sexo no veía la forma en la que algo a esta hora compensara el desgaste físico al que se sometería de seguir despierto hasta las 5 de la madrugada. Empezaba a ser más racional, el alcohol había abandonado su cabeza -y probablemente la de Aidé también- hace algún par de horas.

—Vayamos a un bar que conozco en el centro, te estás quedando cerca del centro ¿no? Vamos nos tomamos unas cervezas y si estamos agusto nos quedamos, sino nos vamos ¿va?

No pudo resistirse y accedió. El lugar resultó ser un bar de rock, algo pequeño pero acogedor, el ruido dentro era muy fuerte pero después de dos días de estar frente a bocinas gigantes, sus oídos ya estaban más que acostumbrados. Se tomaron dos cervezas más y cantaron los canciones, el ambiente era bueno pero todo cuerpo tiene su límite y Leo estaba cerca del suyo, podía sentirlo, Aidé estaba aparentemente en las misma situación y cuando se vieron las caras se rieron al ver que ninguno de los dos podía ya más. Era hora de partir… o eso creían.

—Ay no…

—¿Pasa algo?

—Mi novio, viene para acá, por error le dije a una amiga que estaba aquí y parece ser que decidieron seguir su fiesta en este lugar porque estoy aquí.

Curiosamente, la situación no sorprendió a Leo para nada, el hecho de que Aidé tenía novio, de hecho le pareció en ese momento, lo más lógico del mundo, considerando lo divertida e inteligente que era, el hecho de que era muy bonita y tenía una actitud muy amigable hacían que un novio en su vida se asumiera casi obvio.  Pero Leo jamás se detuvo a pensarlo demasiado, incluso cuando accidentalmente leyó un mensaje nuevo en una notificación que apareció mientras Aidé le mostraba algo en su celular, decidió bloquearlo de su mente. Quizás lo que le sorprendió fue que el novio de Aidé estuviera en la ciudad, pero ni siquiera eso llamó demasiado su atención.

La repentina aparición del novio de Aidé fue para Leo algo… natural, el curso que llevan las cosas, como todo debía de ser, una señal del universo.

—Creo entonces que esa es mi señal de salida —le dijo Leo, sin dar ninguna señal de estar molesto—.

La sorpresiva incomodidad que había visto en los ojos de Aidé se esfumó cuando vieron los suyos y entonces Aidé se dio cuenta que tanto Leo como ella habían escogido a la persona correcta con quien pasar este día. Sonrieron y se abrazaron por última vez.

—Siento que haya tenido que terminar de esta forma —le susurró Aidé al oído—. Has sido una persona extraordinaria de conocer y me la he pasado de lo mejor contigo. Gracias por todo. Llévate contigo lo mejor de esta noche.

Y puso en sus labios el último beso que recibiría de ella. Un beso lleno de emociones. Anhelo y tristeza, alegría y felicidad. Un beso que solo se dan las personas que están seguras de que jamás volverán a verse.

—Gracias por acompañarme en la aventura, por la experiencia y los momentos —le dijo Leo, al tiempo que se separaba de ella—. Hasta siempre.

Se dio media vuelta y caminó a la salida del bar, en su trayecto un tipo alto, blanco y de buen ver casi se tropieza con él.

—Disculpa, amigo —se excusa el hombre—.

—No hay problema —le contesta Leo y le pasa por un lado—.

Al llegar a la puerta Leo voltea por última vez hacia el lugar donde se encuentra Aidé y se encuentra con que el tipo que casi se estrella con él la está levantando en brazos, por encima de sus hombros alcanza a ver la cara de Aidé, esta le mira fijamente y de sus labios lee una única palabra, mientras se unen en una sonrisa de diversión.

Al salir del bar Leo solo puede pensar una cosa.

«Que maravilloso es estar vivo»

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Como podrás darte cuenta lector, esta historia, al igual que las anteriores, están basadas en mis experiencias personales y al igual que las anteriores tiene bastantes formas diferentes de verla, yo por mi parte siempre elijo la optimista, porque es quien soy. Jamás me detuve a juzgar a Aidé, nos envolvimos en el presente y disfrutamos el corto tiempo que teníamos juntos para vivirlo al máximo, considero nuestro encuentro de la misma forma que ella lo hizo: una experiencia extraordinaria.  Aun no he tenido tiempo de analizar la experiencia completa desde otras perspectivas, pero se que muy pronto lo haré.

Por lo pronto, esta es una historia que quería escribir y no pude dejar pasar el tiempo sin hacerlo.

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