Un inusual viento helado se estrella en su cara mientras camina los últimos pasos hacia la cima de la colina, inusual para este mes del año cuando normalmente estaría soportando temperaturas infernales.
Cierra los ojos al llegar a la parte más alta de la pendiente y lo disfruta. Siente el mundo, siente la tierra, todo es diferente, sonríe y recuerda el día en que todo cambió.
Se levantó a la hora de siempre pues tenía que ir a trabajar, revisó el sitio web de la escuela con el miedo y la incertidumbre de quien sabe que todo puede pasar.
“No hay resultados aún”.
Esperaba tener una respuesta a primera hora pues le había citado el Director de Operaciones de la empresa donde trabajaba, un día antes le había dado la noticia de que a partir del día viernes abandonaría la empresa, pero aparentemente el director tenía una cosa o dos que decirle.
El chico tenía una idea de qué le iban a decir. No sería el primer Director que le cuestionaba sobre sus motivos y para ese entonces empezaba a creerse lo que le habían dicho los demás: que su trabajo era muy bueno y que querían que se quedara. Sabía que si alguien tenía los recursos para ofrecerle algo que pudiera hacerle cambiar de opinión era el hombre que quería verlo a las 9 de la mañana en su oficina y para el chico conocer el resultado de la escuela -aceptado o rechazado- sería un factor a su favor en caso de haber negociaciones. Sin embargo, a las 9:10 a.m. cuando el director lo hizo pasar, los resultados de su examen eran una incógnita para él.
Se presentaba a la partida final sabiendo que tendría que apostar todo sin la seguridad de que ganaría.
El Director lo cuestionó y el chico contestó, cuando el Director conoció los motivos, subió la apuesta. La tentación de un mejor puesto con un mejor salario era grande, la estabilidad y relaciones que había construido durante los últimos 18 meses daban sus primeros frutos, le reconocían su labor y estaban dispuestos a darle lo que necesitara para que siguiera con ellos. El chico sabía que intentarían tentarlo, pero no imaginó que la oferta sería tan grande, comparado con un resultado incierto por parte de la escuela, era demasiado bueno.
Utilizó un segundo para sonreír y al siguiente contestó. Lo hizo sin dudar, lo hizo siguiendo los dictados de su ser, habló su espíritu.
“Me halaga mucho su oferta y agradezco sus consideraciones, pero en este momento mis intereses están en la maestría y no puedo aceptar su propuesta”.
ALL IN
Esa era la afirmación final, después de que esas palabras salieron de su boca ya no había marcha atrás, tendría que dejar su trabajo. Había rechazado la propuesta del Director y había afirmado que se iba por una oportunidad asegurada. La realidad era que al salir de su oficina, después de palabras de aliento y buenos deseos, el chico se encontraba en la posición más inestable de su vida. Había apostado todo a un resultado desconocido, su trabajo, su estabilidad económica y su actual estilo de vida.
La falta de confianza en un resultado positivo no se debía a la falta de confianza en su desempeño sino a las amargas experiencias con anteriores procedimientos, los últimos años habían negado sus solicitudes de becas a pesar de haber cumplido los requisitos, así como las de veranos científicos, pensaba que había algo en esta vida que impedía que saliera adelante, que a pesar de que él hiciera todo bien, estaba destinado a no tener éxito, un miedo irracional pero con fundamento.
A pesar de todo esto, tenía algo muy claro, su vida tenía que cambiar y nadie iba a venir a cambiarla por él, así que se enfundó en coraje y apostó todo en ese resultado. Un resultado que a las 1 de la tarde de ese martes, aún desconocía.
Salió a comer con los nervios a flor de piel y cada vez más ansioso por conocer como se desenvolvería su futuro y como cuando dejas de esperar algo y aparece, así se presentó el resultado. En un abrir y cerrar de ojos, los resultados estaban ahí, frente a sus ojos, el listado se leía desde la pantalla de su celular, la lista de admitidos al curso de inducción, el primer paso hacia la admisión al programa de maestría.
Quizás los demás no entiendan lo importante que era para el chico el resultado, a pesar de que era solo el primer paso, representaba una victoria, una victoria que habría conseguido por su propio esfuerzo y mérito, nadie le había ayudado y el se había esforzado, se había esforzado como nunca en su vida, le había dedicado tiempo a estudiar cada noche después de 9 horas de trabajo, le había dedicado fines de semana sin salir, horas de su tiempo sin jugar videojuegos, semanas enteras sin avanzar en sus libros de literatura. Había puesto todo en ese examen pero conocía muy bien los caminos de la vida, sabía que muchas veces no obtenemos lo que queremos a pesar de hacer todo bien, a pesar de esforzarnos, la vida tiene extrañas formas de hacer que sucedan las cosas y en ocasiones simplemente el descomunal esfuerzo que hacemos… no es suficiente. En numerosas ocasiones su esfuerzo no había sido suficiente y esta vez era extremadamente relevante para su vida, esta vez el resultado le iba a cambiar para siempre.
Uno a uno con la velocidad que leer durante años libro tras libro le había proporcionado, fue leyendo los nombres en el listado, hasta llegar al final.
Por primera vez en mucho tiempo experimentó la dicha que provoca el hecho de que el esfuerzo sea recompensado. Su nombre estaba en la lista.
Si alguien hubiera visto al chico con el alma en ese momento, habría visto como el aura gris que le rodeaba era expulsada de su proximidad con un estallido dorado y si la gigantesca cantidad de aura dorada que le rodeaba no fuera suficiente sorpresa, el espectador habría visto algo aún más fascinante, de la espalda del chico habría visto la aparición de un par de extremidades inmensas, doradas como su aura al inicio y blancas como la luz segundos después, habría visto de su alma nacer, dos alas tan bellas como la felicidad que reflejaba su rostro.
Para el chico no había palabras para describir lo que sentía, apenas podía creerlo, había apostado su vida en un examen y su apuesta había pagado. Le había ganado esta partida a la vida y qué partida.
En su trabajo todos sabían que se iría a hacer la maestría a otra ciudad porque el se los había dicho, se los había dicho hace un mes como si fuera algo seguro y durante un mes había tenido que mantener la fachada, la última semana había sido especialmente difícil pues había tenido que mantener esa seguridad a pesar de la incertidumbre.
Todo habría podido salir catastróficamente mal, pero salió excepcionalmente bien.
Al fin, todas sus palabras se tornaban ciertas. Se iría de la ciudad a estudiar, había pasado la primera prueba y no podía contener la felicidad, se sentía tan contento de haber ganado esa apuesta que tenía que contarle a alguien. Volteó a ver a su acompañante, la persona más inusual y a quién en circunstancias normales no contaría semejante secreto, pero era quien estaba ahí, con él. Tenía que saberlo.
Así que le dijo a la secretaria de su gerente.
“¿Recuerdas que les dije a todos que había sido aceptado en la maestría hace más de un mes?”
“Claro”
“Pues hasta este momento me acaban de confirmar que es cierto lo que les dije”
La cara de sorpresa de la mujer valió la pena, porque sabía que a todos y cada uno de los que le dijo hace un mes que se iba, pondrían la misma cara si les contaba lo que le estaba confiando a ella en ese momento.
“¡Estás loco!”
Por supuesto que lo estaba, pero eso no evitó que empezaran a reírse por la situación y pronto el chico se dio cuenta que hacía mucho tiempo que no se reía, que toda la tensión se había ido, había obtenido una victoria invaluable y ahora todo iba a cambiar, así que se permitió disfrutar el momento y la felicidad.
Sonrió.
Y al abrir los ojos estaba ante el su nueva escuela y no solo la escuela sino un horizonte de posibilidades, sabía que daría lo mejor de si en el curso y si era admitido o no en el programa, nadie jamás podría quitarle la victoria que obtuvo ese día, la victoria que lo había sacado de donde estaba y la victoria que lo tenía en ese momento ahí.
Con todo un futuro por delante, más poderoso que nunca.
La victoria que le devolvió sus alas.
En la cima de esa colina sintió una vez más como se abrían amplio y con gracia, empezaba a acostumbrarse a ellas y cada día se hacían más fuertes, cada día volaba más alto.