Sus manos se cerraban fuertemente formando un puño a cada uno de sus lados, podía sentir su piel siendo lastimada debajo de sus uñas, podía sentir el grito de sus huesos por la fuerza con la que los oprimía, pero sobre todo sentía sus músculos temblar. Temblar ante la rabia, ante el coraje, ante la impotencia, ante su propia furia consumiéndolo… y entonces no pudo más.
Viró su mirada a la cantera que tenía a un lado mientras hacía saltar las piedras de uno de sus muros por los aires, en una explosión causada por un pensamiento tan puro y crudo como abundante, que en ese momento lo estaba consumiendo… destruir.
Lo había sentido venir en una ráfaga en el momento que salió de la evaluación, y como una ráfaga había sido fácil identificar el sentimiento y neutralizarlo, reconocía la sensación y sabía que era natural, pero que permitirla solo lo haría descender en una espiral de caos, un camino que no podía permitirse, así que lo rechazó. Mientras caminaba colina arriba sin embargo, el sentimiento lo alcanzó, esta vez no como una ráfaga, sino como una bruma que lentamente fue envolviéndolo hasta que se vio sumergido en él y ya no había nada que hacer más que encender un fuego tan grande que la disipara y eso fue lo que hizo.
Podía sentir como a cada paso que daba cuesta arriba se iba acumulando el pesimismo en su pecho, como las ideas derrotistas inundaban su mente y como la decepción acababa con su moral ¿es que acaso no se repitió mil veces cuan importante era tener éxito en esta evaluación? ¿es que acaso no se lo tomó en serio? ¿o sería acaso que después de todo no era tan inteligente como lo pensaba? El resultado era el mismo, había fallado y ese fallo bien podía costarle el futuro de su carrera, las oportunidades rara vez se presentan dos veces. El lo sabía, también sabía que se había esforzado, que no era completamente su culpa, que había cosas que no podía controlar, pero saberlo no cambiaba el hecho de que había fallado y con esa certeza los sentimientos que trepaban por su espalda lo vencieron.
Y por primera vez desde que llegó a esta ciudad, sintió ganas de llorar.
Y por primera vez desde que llegó a esta ciudad, se sintió solo.
Y gritó.
Gritó de rabia, gritó por la furia, por todas las cosas que estaba sintiendo en ese momento, gritó y con su grito lo invadió un impulso igual de poderoso que su grito, destrucción.
Hizo volar el muro de la cantera, partió la carretera en dos, explotó dos autos que iban pasando, levantó la tierra con un terremoto solo para hacerla terrones un instante después, a lo lejos divisó el horizonte e hizo caer un meteoro tan grande como media ciudad, supo que si tuviera en sus manos el poder en ese instante acabaría con toda la ciudad y supo también que de hacerlo no encontraría satisfacción, porque lo que en verdad quería destruir era a si mismo.
Quería destruir el aura oscura que se había formado alrededor de su ser, como una coraza que le impedía moverse, quería destruir sus sentimientos y poder seguir adelante, se decía a sí mismo que esto no era el fin del mundo pero cada vez más capas de esa oscuridad lo cubrían y le impedían oír.
Quería dejar de sentir ese peso, quería que lo ayudaran, pero muy en el fondo sabía que nadie iba a venir a rescatarle y muy en el fondo sabía que nadie podía hacerlo. No quería reconocer que se sentía incapaz, impotente, derrotado y acabado, porque reconocerlo lo haría real y tenía que ser fuerte, hacerlo real lo haría todo más difícil.
La sensación de opresión se había vuelto más fuerte y ya no podía soportarla, así que cerró sus ojos y pidió ayuda, ayuda al único ser capaz de ayudarle, pidió ayuda a si mismo.
Muy dentro de esa coraza oscura se encontraba una pequeña llama dorada, una llama que nunca se extingue, una llama que representa lo que somos y lo que nunca dejaremos de hacer y en aquel momento la llama reía con una risa angelical, casi divina.
Deja de resistirte y lucha. ¿Acaso no hemos ganado siempre?
Destruirte no puede hacerte daño, es la única forma de sanarte.
Con las garras afiladas que tenía ahora por uñas el monstruo en el que se había convertido, desgarró su pecho, el dolor fue profundo, pero liberador. Y continuó.
Destruyó su pecho y su espalda, con cada zarpada podía sentir como se aligeraba su peso y como la opresión se desvanecía, capa por capa fue destruyendo su coraza gasta que no quedó más que el cuerpo en carne viva que se encontraba bajo ella, y al encontrarse así se sintió desnudo… vulnerable. Y lloró.
Lloró porque le dolía le derrota y lloró porque lo necesitaba, y con cada lágrima derramada su alma lo reconstruía, y con cada lágrima derramada podía sentir como su ser se purificaba. Al final de esos minutos la sensación de destrucción se había ido y podía sentir como fluía por todo su ser un único deseo. El de crecer.
Volteó una vez más hacia el horizonte y notó algo que hacía unos momentos no había visto, esperanza. De pronto se sintió tonto por no haberlo visto antes y le pareció gracioso el desastre que había hecho por un simple tropiezo, si el fracaso era definitivo no había nada que el pudiera hacer y si no lo era solo el tiempo lo diría, pero no podía rendirse ahora, porque al final de todo disfrutaba lo que hacía y su pasión no estaba limitada por los fracasos en una evaluación, conocía sus capacidades, conocía sus pasiones, conocía sus deseos y se conocía a si mismo, sabía que esto no lo iba a detener.
Y sonrió.
Al llegar a la cima de la colina el aura a su alrededor era de color dorado y su intención de crecer, de lograr lo que se proponía eran inagotables. Sabía que podía hacerlo.
Puso sus manos y pies sobre la tierra y empezó a reconstruir el desastre que había ocasionado y en el fondo de su ser podía sentir a la tierra y como los árboles empezaban a crecer nuevamente, como su llama volvía a arder con fuerza.