Y lo que vieron mis ojos sólo fue superado por la compañía de su personalidad esa noche.
Vestido negro con un sueter ligero del mismo color que cubre sus hombros y su espalda, su cabello que hace juego con la ropa y contrasta con el color de su piel cae en dos cortinas simétricas a los lados de su cara, la cual ha adornado con un poco de maquillaje, nada muy elaborado, una base del color de su piel que le queda muy bien y le da un aspecto natural, sus ojos obscuros cómo los míos, brillan desnudos sin los lentes que sé que usa, y cuando mi mirada se centra en su barbilla partida -probable herencia de su padre-, su cara se ilumina con una sonrisa, la misma sonrisa que llamó mi atención aquel verano, una sonrisa que muestra una bonita dentadura pero que sobretodo hace resaltar sus pronunciados pómulos, el panorama me desarma y sonrío también, desviando la mirada delatora. Veo entonces sus zapatos, unas sencillas zapatillas de tacón grueso y color crema, el tacón no es demasiado alto, pero es suficiente para que sobresalga a mi estatura media cuando estamos el uno al lado del otro y sonrío porque es un aspecto en particular de su persona que siempre me ha parecido atractivo, el hecho de que sea más alta que yo. Que no parezca molestarle en absoluto sólo incrementa mi interés por ella.
Nos acercamos a la barra por nuestras bebidas (Whisky con refresco y una corona) y continuamos con la plática casual, la conversación fluye con facilidad y la incomodidad inicial de un encuentro singular con otro desconocido desaparece del ambiente. Pasa la media noche y la pista se abre. Es momento de bailar, después de todo a eso vinimos, a divertirnos. Subimos a la pista y empezamos bailar el uno frente al otro, la música no es la mejor, pero ambos confiamos en que el ambiente mejorará con la noche, por ahora el alcohol puede compensarlo… y lo hace. Mientras tanto, la música mejora y yo me siento cada vez más cómodo, pero en su cuerpo percibo cierta tensión, la misma que identifico cuando yo estoy sobre analizando algo y sólo puedo desear que no tuviera que pensarlo y simplemente se dejara llevar. Siento aumentar la temperatura en el ambiente, las personas empiezan a amontonarse y ella decide que fue suficiente del sueter así que se lo quita, mostrando así los delgados tirantes de su vestido (mi tipo de vestido favorito) y con él se deshace de esa tensión, la música mejora y al fin nuestros cuerpos se entregan a ella, cierro los ojos a la música y cuando los abro puedo ver que ella hace lo mismo. La temperatura aumenta y puedo sentir el sudor empezando a formarse en mi frente, me deshago de él y me encuentro con que ella está en la misma situación puedo ver su cuello perlado por la humedad y ahora que sus hombros están al descubierto noto las gotas recorrer la silueta de sus clavículas, deslizándose peligrosamente hacia su escote y yo me niego a seguir el recorrido con la vista ¿cuanto me durará esa resistencia?
A ninguno de los dos nos molesta la presencia del sudor, crecimos con su omnipresencia en los calurosos veranos de nuestra ciudad natal. El frío de nuestras bebidas compensa la temperatura y aumenta nuestra inhibición. Mi cuerpo se mueve al compás del suyo y al abrir nuevamente los ojos la admiro perfecta.
Las personas suelen equivocarse al creer que la perfección debe ser algo que dure para siempre, algo que mantenga su estado extático de manera perpetua. Para mi, la perfección existe en momentos fugaces, momentos que sabes que pasarán y que tienen un final, pero la sensación de alegría que experimentas mientras suceden es lo que les da su grandeza. Con el tiempo he aprendido a identificar esos momentos cuando están sucediendo y a disfrutar de esa fugaz sensación que llamo perfección por el simple hecho de sentir que en ese instante y en ese lugar, todo es cómo debería ser.
Esa fue mi percepción del momento en el que abrí mis ojos y vi cómo su cabello se agitaba siguiendo el movimiento de su cabeza al compás de la música, mientras sonreía por la canción que su cuerpo bailaba con perfecta sincronía, sus brazos en lo alto mientras se extendía con majestuosidad el total de su estatura, notaba los lunares que antes habían estado escondidos contrastando con la blancura de su piel perlada por el sudor y más allá de perderme en admiración decidí formar parte del momento y bailar con ella. En ese instante sólo estábamos los dos, compartiendo sin saberlo, la idealización de un momento perfecto.
A partir de ese momento la diversión fue omnipresente, los dos disfrutábamos de la música y del tener a alguien con quién bailarla. Nuestros cuerpos cada vez más próximos por el ritmo de la música y la multitud de personas, nuestra piel rosándose y nuestros rostros tan próximos que podía sentir su respiración pasando a través de sus labios rosados. Descubrir esa proximidad me hizo volver a mi realidad y recordar el compromiso y la decisión que había tomado. Con alcohol y música de por medio, un buen ambiente y una estrecha proximidad es muy fácil romper la barrera que me había propuesto no romper. Me recuerdo a mi mismo que vine a divertirme y a disfrutar la noche con una amiga, las cosas están saliendo tan bien que no pienso arriesgarme a arruinarlas. Me mantengo detrás de esa débil barrera que he construido y me enfoco tanto en permanecer ahí que no veo venir el cambio en la música y la facilidad con la que ella la atraviesa borrando el concepto de espacio personal, de pronto sus brazos están alrededor de mi cuello y su rostro por encima de mi hombro, estamos bailando banda o alguna canción que se baila así. No importa cuan malo seas para hacerlo, es algo que todos los nativos de nuestra tierra tenemos incrustado en el ADN y no podemos evitarlo. Me divierto y ella se divierte. Cambia la música y nos separamos, cantamos las canciones, gritamos las letras, bailamos hasta el suelo y nos echamos aire el uno al otro con diversión. Somos dos, somos hoy y estamos juntos en esto.
Las luces se encienden y suena la última canción, es momento de irnos de este lugar. Volteamos al celular y nos sorprende ver 3:43 A.M. en la pantalla ¿en qué momento pasó el tiempo?
Caminamos a la salida mientras criticamos divertidos la serie de individuos que se pueden ver en el antro, todos definitivamente mucho más alcoholizados que nosotros y salimos al aire nocturno, riéndonos de los demás cómo tontos. Sus pies están cansados y mientras esperamos al Uber que pasará por nosotros da un salto para sentarse en una pequeña barda en la pared, la conversación continúa entre risas y cuando le doy la espalda para ver a la calle siento cómo dos brazos rodean mi cuello por detrás y sus manos se detienen en mi pecho, recargo mi peso en su cuerpo hacia atrás y ella descansa su cabeza en la mía.
¿Qué está pasando?
No lo sé.
Sinceramente no sé cómo reaccionar así que solo cierro los ojos y disfruto el momento. Se que estoy lo suficientemente ebrio cómo para que los sentimientos nublen mi juicio, pero lo único que puedo pensar en ese instante es ¿cuando fue la última vez que alguien me tuvo así en sus brazos? y me di cuenta de lo vulnerable que era en ese momento y lo poco que ella debía de saberlo. Pero a pesar de sentirme vulnerable no sentía miedo, sentía cómo ese era el lugar en el que tenía que estar en ese momento.
Sus brazos aflojaron un poco el abrazo y me preguntó qué carro nos recogería, me dí la vuelta para verla y me iluminó su sonrisa una vez más… por Dios, qué fácil sería dejarme llevar por el momento. Pero no lo hice, respetaría su compromiso y me mantendría firme a mi decisión.
Llega nuestro Uber y la ayudo a bajar, nos subimos en la parte trasera del auto y ella le da la dirección de su casa ¿de qué estaríamos platicando en el camino que íbamos tan contentos? No puedo recordarlo, lo único que recuerdo es su cabeza descansando en mi hombro y mis manos acariciando su cabello. Al llegar cerca a su casa empieza a platicarme de la rutina que vive diariamente en los alrededores y yo la escucho con interés, qué fascinante es conocer a alguien que te gusta. Sí, para ese momento ya había decidido que me gustaba, si es que alguna vez había dejado de hacerlo.
Llegamos a su casa y ella se baja, nos despedimos con un beso y un abrazo pero no me bajo del auto para acompañarla hasta la puerta, lo cual va en contra de mi código de caballerosidad pero no estoy seguro que de bajarme y dar esos 5 pasos con ella pueda mantener el auto control y mi promesa de no romper esa barrera. Sólo puedo esperar que ella no le de tanta importancia.
No quiero que al noche termine, no quiero tener que apartarme de ella, al menos no aún. Pero debo hacerlo y lo hago, pero no sin la promesa de salir nuevamente. Lo cual siempre fue mi intención, ya que hace mucho había decidido incluirla en mi vida, simplemente no contaba con todo lo que sucedió esta noche. Ya enfrentaría esos demonios cuando tuviera que hacerlo, mientras no iba a perder la oportunidad de pasar tiempo con ella de nuevo. A ella le agrada la idea y acepta. Sonríe por última vez, mientras veo a través del vidrio del auto, la silueta de su figura entrar a su casa.
¿Qué demonios fue esta noche?
Una burbuja, un espejismo o un oasis. Una ilusión y un anhelo. No lo sé, pero lo disfruté.
Mañana saldrá el sol y todo volverá a su cause otra vez. No es libre.
Lo sé y desearía que si lo fuera. Y mientras la realidad golpea mis esperanzas, empieza a construirse en mi mente un nuevo relato que escribiré al día siguiente.
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Me despierto a la mañana siguiente con la felicidad de haber vivido la noche anterior, pero sin poder sacarme de la mente cómo fue que algo así llegó a ocurrir, si está en una relación fuerte con otra persona ¿por qué saldría con alguien que no ha visto en 4 años a bailar y tomar por la noche? ¿sólo por diversión? ¿y por qué conmigo y no con su novio, no estaba él en la ciudad? o quizás…
La idea se forma en microsegundos en mi mente y me niego a permitir la esperanza echar raíz en mi cerebro. Es fácil desengañarme -me convenzo-, tomo mi celular y empiezo a ver sus redes sociales, no hace mucho había visto varias fotos de los dos, lo que encuentro es una foto de los dos hace un año y en el perfil de él ninguna, estoy bastante seguro de que esas fotos estaban ahí… Y sin poder evitar ya que la esperanza me infecte me pregunto ¿qué significa esto?.
Y desde el fondo de mi mente escucho esa voz familiar decir:
Oh tonto, significa que sea cual sea la respuesta… vas a sufrir.