«And it’s hard to write about being happy because the older I get… I find that happiness is an extremely uneventful subject»
Siempre es curioso descubrir cómo las experiencias que he vivido a lo largo de mi vida van moldeando mi forma de ser porque reconociendo eso es la única manera en la que puedo desafiarme a mi mismo a cambiar “lo que soy”.
Esta semana he notado cómo ante la presencia de algo maravilloso en mi vida, mi primer instinto es resistirme, rechazar la idea de que algo bueno puede pasarme porque me lo merezco o sólo porque sí, he decidido ya no rechazarlo más, abrazarlo y disfrutarlo. Y si he de sufrir por ello, sufriré, pero primero viviré. Esta vez me permitiré ser feliz.
Camino a contra viento en la frescura de la mañana, el aire espabila mi mente y hace ondear mi cárdigan al tiempo que llego al inicio del puente y siento algo más incidir sobre mi cara. Es la luz del Sol naciente que anuncia el inicio de un nuevo día, la oferta de una nueva oportunidad y la energía para mover al mundo y al voltear a admirar la hermosa escena me acuerdo de ti y el recuerdo me hace sonreír, que maravilloso nuevo día, que enervante tenerte en mi mente.
Camino con paso firme, puedo sentir la tierra suelta crujir bajo el peso de mis botas a cada paso que doy, el viento es más fuerte a esta hora de la tarde, siento el gafete que cuelga de mi cuello volar por su fuerza y puedo escuchar las copas de los árboles cantar y aunque yo camino en una dirección opuesta a la de la mañana, el Sol sigue estando a mi derecha, esta vez preparándose para dar fin a su jornada, no sin antes brindarnos un espectáculo de colores a través de la bóveda celeste, es hermoso y me acuerdo de ti. Cierro los ojos para absorber el momento y disfrutar la sensación, en lo profundo de mi mente puedo ver una luz nueva, una luz que hace tiempo no estaba ahí, una luz cálida que me hace sentir bien. Mi memoria materializa el retrato de tu cara sonriendo, tus pómulos aumentando de tamaño, los hoyuelos de tus mejillas asomándose al mundo, tus ojos cerrándose ligeramente, tus labios presionándose para formar una hermosa parábola y sin intentarlo, sin siquiera notarlo puedo sentir la energía radiando de tu ser, algo dentro de mi reacciona a ese destello y se mueve con entusiasmo y me hace sonreír, cómo queriendo mimetizar lo que tengo frente a mí, mis pupilas se dilatan en un intento por capturar la perfección del momento, ignorantes de que nunca podrán lograr semejante hazaña.
Abro los ojos y sigo caminando, eventualmente queda en mi rango de visión el ocaso y por más que lo intente no puede competir con lo que la visión de tu luz ha provocado en mí. La avalancha de sensaciones me abruma y de pronto siento miedo, miedo de que algo tan bueno pueda ser verdad, miedo de empezar a disfrutar de un sentimiento y encontrarme con que después de todo, no soy tan afortunado. Miedo porque ha llegado a mi sin esperarlo y sin detenerse, sin dejar de crecer. Miedo porque quizás es muy pronto, por sentir que quiero más de algo que creía no necesitar. Y mi mente rechaza el sentimiento, la lógica y el raciocinio se imponen ante la pasión. Contrólate, frénate. Y yo lo escucho.
El viento golpea una vez mi rostro, pero esta vez el Sol a cedido su lugar en el firmamento a sus hermanas más lejanas, las estrellas. El aire es frío y puedo sentir cómo te abrazas a mi lado tratando de mantener el calor de tu cuerpo y quisiera ser yo quien te abrazara, pero siempre he sido torpe para esas cosas. Pero mi ansia por querer estar cerca de ti es demasiado grande, así que busco otra forma. Mis manos están igual o más frías que las tuyas, así que las froto en mi pantalón para que la fricción las caliente y pongo tus manos entre las mías, el gesto no parece molestarte -como estaba preparado para que sucediera-, así que las mantengo ahí, en contacto con tu piel y de pronto nada más importa solo lo sonrisa en tu cara y la réplica incontenible en la mía. El viento mueve tu cabello y yo no puedo apartar mi vista. Finalmente me animo y paso mi brazo por detrás de tu espalda para alcanzar tu hombro derecho y acercarte un poco más a mí, tú me lo permites y en mi mente sólo puedo pensar que me encantaría que me dijeras que eso te agrada, la función termina y el momento con ella.
Recargados en la baranda de la terraza quiero abrazarte nuevamente, pero no sé cómo hacerlo con naturalidad, no te quiero incomodar (¿cómo se puede ser tan torpe? pienso para mí), una idea viene a mi mente y estiro mi brazo para alcanzar tu cabello con mis dedos y empiezo a acariciarlo y tu sonríes, lo disfrutas y yo exploto por dentro.
Sentados en una mesa, platicamos mientras la plaza se va vaciando y yo no me doy cuenta, toda mi atención está centrada en ti y en tu mano, que descansa sobre la superficie de la mesa. Reímos mientras contamos anécdotas de nuestras vidas y la necesidad de la proximidad se incrementa, alcanzo tu mano con la mía pero esta vez no me limito a tenerla entre mis dedos, con una caricia roso la piel del revés de tu mano y yo sólo puedo desear tener la suerte de que semejante acto te agrade, me detengo, a pesar de que no retiras tu mano no quiero incomodarte y entonces tus dedos me devuelven la caricia, y yo exploto por dentro.
Se ha quedado sola la plaza y es tarde, pero no quiero que la noche acabe, no quiero dejar de estar contigo y por alguna extraña razón cósmica parece que tu tampoco quieres irte aún, así que nos aventuramos a caminar por las calles en busca de algo que cenar. No tenemos claro en donde vamos a terminar, pero no parece importar demasiado, al menos yo no me molesto en pensar en ello, sólo disfruto de tu compañía. El viento helado se mantiene presente en la noche y sus manos se aprietan a tu torso, yo te abrazo pero mi estatura no ayuda demasiado. Mis manos están más frías que las tuyas pero de pronto nada de eso me importa y soy valiente por tercera vez en la noche, tomo tu mano y entrelazo mis dedos con los tuyos, quizás un poco de movimiento ayude, digo con torpeza y aprieto tu mano moviendo tus dedos con los míos y muriendo de miedo ante la expectativa de que tu retires tu mano de la mía, pero por alguna otra razón cósmica… no lo haces, empiezas a rosar tus dedos con los míos y pronto mi mano y la tuya ya no están tan frías. Caminamos así, tomados de la mano, y yo exploto por dentro.
Finalmente vamos camino a tu casa, sentados en la parte trasera del auto que nos lleva estiro mi brazo para rodear tus hombros y me acerco más a ti, comienzo a acariciar nuevamente tu cabello y tu decides recargar tu cabeza en mi hombro, cierras un momento tus ojos y sonríes, y yo exploto por dentro. Soy tan feliz en ese momento. Pero incluso las mejores noches tienen su fin, te acompaño a la puerta de tu casa y nos despedimos con un abrazo que me impregna de tu fragancia y en mi interior algo se mueve nuevamente. Nuestra noche termina con una victoria de Morfeo sobre ambos, justo después de pasar las últimas horas de nuestra energía haciéndonos saber lo bien que nos la pasamos el uno con el otro, en mis sueños te veo y no me lo creo. ¿Puede ser algo que se siente tan bien estar presente en mi vida? ¿cuanto tiempo ha pasado desde la última vez que me sentí así?.
A la mañana y con mis endorfinas de vuelta a sus niveles normales comienzo a cuestionarme las cosas buenas que me pasan y los sentimientos bonitos que aparecieron desde que empezamos a salir por primera vez, entonces un rayo de luz se posa en mis ojos, de alguna manera el Sol encontró su camino hasta mi rostro y yo elevo mi pregunta al astro rey.
¿Tú qué opinas? ¿a llegado el momento de sentir de nuevo? ¿vale la pena entregarme a algo que me puede lastimar? ¿entregarme y arruinarlo?
A lo que el Sol respondió:
La única razón por la que las plantas continúan siguiendo mi luz es porque no tienen la habilidad de percibir lo que tú percibes, por años te has alimentado de mi luz, pero tienes que saber… existen en tu mundo luces más poderosas y maravillosas que la mía. Luces que cualquier afortunado a descubrirlas siente el impulso de perseguirlas, resistirse en un error, pues la fuente de esa luz vale completamente la pena. Respóndete tú ¿puedes vivir sabiendo que la perdiste por miedo a entregarte a ella?
Acompañando su respuesta, aumentó la intensidad de su haz. Pero yo solo podía pensar en la luz que puedo sentir cuando estoy a tu lado y lo bien que me hace. En la inexplicable aceleración de los latidos de mi corazón cuando estás cerca de mi y en las ganas que tengo de volverte a ver. Me siento ridículo por sentir todo esto en tan poco tiempo, pero por primera vez en mi vida me siento con la confianza de expresar mis sentimientos libremente.
Y sin más, decidí entregarme a sentirme bien junto a ti.