Close

El primer beso

Hay trampas que son tan obvias que no puedes sino caer en ellas, aunque sea sólo para saber si detrás de esa obviedad existe algo más. La emoción de descubrirlo nos mueve y el corazón se acelera. Hay ocasiones en que la obviedad es la manera más clara de ser honesto, sin desvelar el misterio.

Y cuando eres tú quién hace la invitación a caer en esa trampa, sólo puedes esperar que la persona invitada acepte. Lo deseas con todas tus fuerzas porque sabes que no es una trampa, es una aventura. Una que te has animado a iniciar en su compañía.

Y tú, aún sabiendo que el camino tenía todas las advertencias de “peligro” tuviste el valor de tomar mi mano y bailar conmigo.

Me mentiría a mi mismo si escribiera que no planeé el momento, me mentiría a mi mismo si escribiera que no me tomé el tiempo de hacer una pequeña playlist para la ocasión, me mentiría a mi mismo si no reconociera que sabía que existía la posibilidad. Y yo no me miento cuando escribo.

Pero existe un límite hasta donde puedes encargarte de que algo salga bien, y yo sabía que cuando el momento llegara, la decisión sería tuya. Sólo podía desear con todas mis fuerzas que aceptaras, y por alguna razón, cuando el momento llegó… aceptaste.

La luz del Sol se había extinguido ya y la única iluminación que había en la habitación provenía de la pantalla en la que habíamos estado fijando nuestra atención unos momentos antes, cuando te pedí que bailaras conmigo al compás de Moonlight Serenade, y tú, aunque dijiste que no sabías bailar igual te atreviste a poner tus brazos alrededor de mi cuerpo y permitirme poner los míos por encima de tu cadera.

No siempre es sencillo encontrar el ritmo adecuado para bailar por primera vez con alguien, y sin embargo… lo logramos. Dejar de pensar en cómo moverme y sentir como se desplazaba tu cuerpo me llevó a sumergirme completamente en la sensación de estar entre tus brazos. Recargaste tu cabeza sobre mi hombro y nuestros cuerpos se fusionaron en una silueta única que se movía lentamente a un único ritmo.

Recargué mi cabeza sobre tu hombro y mi corazón, pegado a tu pecho, estuvo más cerca del tuyo de lo que jamás había estado, aún así parecía no entender que era imposible encontrarse más próximo; peleaba contra la barrera de mi pecho por salir y alcanzar el tuyo. Podía sentirlo retumbar y podías hacerlo tú también ¿cómo dudar pues, que el motivo de tal comportamiento era tu proximidad conmigo y la intimidad del momento?

Puse mi rostro frente al tuyo y me acerqué aun más. La última barrera física la delimitaba el contacto de tu frente con la mía y el rose de nuestras narices, podía ver tus parpados cerrados y yo cerré los míos, sentía tu respiración y podía sentir tu corazón, resonando ante el mío que no se daba por vencido en su tarea de alcanzarte. Y me quedé ahí… disfrutando el momento perfecto. Se dilató el tiempo retándome a ver cuanto más podría aguantar, en el aire sentía la anticipación y el reconocimiento de que tú también te habías entregado a lo que iba a suceder. Sólo un segundo más pude mantener el momento, antes de que tirara todas las cadenas que me había auto-impuesto.

Y con un movimiento intrépido, te besé. Y con un movimiento intrépido, me besaste.

En una ocasión en mi vida, mi cuerpo fue atravesado por más de 240 voltios de corriente alterna. En una ocasión en mi vida, mi cabeza fue golpeada tan fuertemente por un puño, que perdí la noción del espacio y la falta de coordinación motriz hizo que cayera al suelo. En más de una ocasión sentí emoción al encontrarme repentinamente rodeado de explosiones de fuegos artificiales, me encontré extasiado ante tal espectáculo. En otra ocasión me sentí conmovido al escuchar con los ojos cerrados cómo la orquesta interpretaba majestuosamente una pieza musical. Y si pudiera unir la magnitud de todas esas sensaciones, no se compararían con la magia que sentí al unir mis labios con los tuyos aquella noche.

Es sencillo romantizar el primer contacto, a pesar de que rara vez el primer beso es el mejor, sin embargo, es sin lugar a dudas el más importante. El primer beso destruye una barrera invisible que da lugar a la intimidad entre dos personas.

Después de todo, sólo hay una primera vez.

Probar tus labios despertó en mi una pasión más grande que mi mismo, un sentimiento que me atravesó diciéndome: todo está bien. Y en ese momento, con tus brazos alrededor de mi cuello y tus labios unidos a los míos descubrí que te quería.

Nuestro primer beso fue mágico y fue ese primer beso el que dio lugar al segundo, y a todos los que vendrían a continuación. Fue ese primer beso el que eventualmente me haría preguntarme: ¿cómo voy a vivir sin ellos?

Y con esa pregunta decidiría… hacer todo lo posible por no tener que vivir sin ellos de nuevo.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *